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En lo que va del sexenio el PRD ha visto vaciarse sus filas. Después del respiro que le dio, a su dirigencia, la firma del Pacto por México, mismo que permitió impulsar las 11 Reformas Estructurales propuestas por Enrique Peña Nieto y el PRI, el partido que se había colocado a la cabeza de la izquierda política mexicana ha perdido a sus principales figuras, su proyecto y el rumbo, para convertirse en la sombra de lo que fue y enfrentar el peligro de desaparición, además de enfrentar una rebelión interna.
Desde sus orígenes el PRD nació como un partido fuertemente definido por el liderazgo de las figuras que participaron en su fundación, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Heberto Castillo, quienes le dieron dirección, sentido y plataforma programática. Al mismo tiempo, el partido nació fuertemente marcado por la formación de fracciones, las llamadas “tribus”, las cuales han representado los intereses de los diversos grupos que conformaron al partido desde un inicio. La relación entre las tribus se ha caracterizado por la competencia y las rivalidades, éstas las han llevado a enfrentarse unas contra otras por las llamadas cuotas políticas, la búsqueda de recursos económicos, de espacios, curules e influencia.
Estos dos factores, los liderazgos caudillescos y las tribus, han contribuido a que a lo largo del tiempo el PRD haya sido incapaz de convertirse en una institución política fuerte donde el rumbo del partido y sus principales acciones quedaran delimitadas por su plataforma programática, su ideario, valores e ideología y no por la voluntad de un líder o los intereses de una u otra fracción. Lo anterior ha contribuido de diversas maneras a lo que se podría denominar “la crisis autodestructiva del PRD”.
Visiblemente la debacle se agudizó con la salida de Andrés Manuel López Obrador, en 2012, con quien el PRD perdió el plan que lo acercaba a sus votantes. La idea de un proyecto alternativo de nación, mismo que le había dado fuerza durante dos procesos electorales, 2006 y 2012, se fue con su creador.
La fundación en 2014 de un nuevo partido de izquierda, Morena (Movimiento Regeneración Nacional), por el político que sumaba votos al partido, claramente AMLO, supuso primero, que ambas fuerzas se enfrentaran por los mismos votantes; segundo, que buena parte de la dirigencia del PRD se trasladara a Morena.
A pesar de lo anterior, algunas corrientes del PRD, como “Nueva Izquierda”, formada por los llamados “Chuchos”, Jesús Ortega, Jesús Zambrano, Carlos Navarrete y Guadalupe Acosta Naranjo (éste último se separó de esta corriente para fundar la de “Los Galileos” junto con Miguel Alonso Raya), los mismos que firmaron el mencionado Pacto y se opusieron a Andrés Manuel y a Marcelo Ebrard Casaubón (éste último a partir de un supuesto veto impuesto por Miguel Ángel Mancera), han intentado reposicionar al partido y hacer las alianzas necesarias, con el PAN por ejemplo, para mantenerse en la competencia política. Aparente contradicción, cuando desde diversas columnas de opinión se ha manejado la hipótesis, según la cual, esta misma corriente ha dinamitado al partido desde dentro, haciendo con ello el trabajo sucio de la derecha priista y panista.
Lo cierto es que, desde la firma del Pacto por México, el PRD se ha ubicado en el imaginario ciudadano como una oposición “blanda”, “cómoda”, “a modo”, a esto se suman sus fracasos electorales o sus triunfos a medias, como comparsa del PAN en las elecciones de 2016, en estados como Puebla, Quintana Roo y Veracruz.
Poco a poco el PRD ha perdido su lugar en el espectro político, pasando de ser la tercera fuerza política a nivel nacional, a cuarta fuerza, muy cerca de la llamada “chiquillada”, formada por el PVEM, el PANAL, MC y el PES. De acuerdo con Parametría, en encuesta realizada en vivienda, entre el 21 y el 25 de enero de este año, la intención de voto para Morena, con AMLO como candidato, era del 28%; para el PAN con Margarita Zavala, del 23%; para el PRI con Miguel Ángel Osorio Chong, de 11%; y para el PRD con Miguel Ángel Mancera, del 6%.
Por supuesto, los números variarán una vez que se hayan definido todas las candidaturas y conforme se acerquen los comicios presidenciales del año 2018, pero es más que improbable que el PRD, con un candidato diferente a Mancera o con él mismo, logre remontar semejante caída. Solo hay que recordar que, en la elección de 2006, el PRD obtuvo el 35.59% de los votos, mientras que en 2012 se quedó con 31.59%. Claro, en ambos procesos su candidato fue Obrador.
Llegados a este punto, el PRD enfrenta una rebelión al interior de sus filas, en un intento por parte de un número importante de miembros de salvar lo que queda, a pesar del rumbo que la propia dirigencia, principalmente “los Chuchos”, ha marcado para el partido. Prueba de dicha insurrección es el más reciente posicionamiento del líder de la fracción en la Cámara de Senadores, Miguel Barbosa Huerta, quien sin abandonar su instituto político se ha declarado abiertamente a favor de López Obrador, como quien debería, en 2018, ser el candidato de todas las izquierdas. Textualmente declaró “Yo he tomado la decisión de respaldar a López Obrador rumbo al 2018, no estoy pensando en incorporarme a Morena, pero yo estoy llamando al PRD a que defina, rumbo a 2018, su apoyo a López Obrador”.
Barbosa, no es el único, los presidentes del partido en Guerrero y Tabasco, así como alcaldes, corrientes, dirigentes, cuadros intermedios, base militante se decantan por apoyar la candidatura de Obrador, sin salir del PRD.
A ellos se suman, quienes han abandonado recientemente las filas del PRD para unirse a Morena, destacando integrantes de la fracción perredista en la Cámara de Senadores. Es el caso de Mario Delgado, Benjamín Robles, Rabindranath Salazar, Zoé Robledo, Augusto López, a los que se añaden Armando Ríos Peter y Alejandro Encinas, que sin unirse a Morena abandonaron la bancada del PRD.
Se cuentan también los casos de los senadores que optaron por salirse de la bancada de izquierda como Carlos Manuel Merino, del PT, suplente de Adán Augusto López, quien pidió licencia a su escaño para irse a Tabasco como presidente estatal de Morena. Por su parte, otros más han abandonado la bancada del PRD aunque sin unirse a Morena, como la senadora Martha Tagle (suplente de la perredista Alejandra Barrales, hoy presidenta del PRD), quien decidió no sumarse a la bancada del PRD al asumir su cargo, sino que se declaró “senadora sin grupo parlamentario”. Un caso más es el del senador por Guerrero, Sofío Ramírez, quien en 2015 renunció a su militancia en el PRD y a la bancada de ese partido en la Cámara Alta, y se sumó a la fracción parlamentaria del PRI.
Por su parte, sin apoyar abiertamente la candidatura de Obrador, el senador perredista Carlos Sotelo, líder de la corriente “Patria Digna”, afirmó, en entrevista radiofónica, que el PRD no puede continuar jugando el papel de “Verde del PAN” o “ferrocarril de Peña Nieto”. Dijo que éste debe recuperar su papel de partido opositor y decidirse por quien esté mejor posicionado para encabezar una candidatura de todas las izquierdas.
Por si fuera poco, dos funcionaros del gobierno de la Ciudad de México dejaron sus cargos, ante su marcado apoyo a Obrador, éstos son: Miguel Torruco, ex secretario de Turismo de Miguel Ángel Mancera, y Leticia Quezada, ex funcionaria local ante la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (FEPADE) quién tuiteó “La situación actual del país exige sumarnos al proyecto progresista de Andrés Manuel López Obrador, aunque ello implique persecución política”.
Pero la rebelión dentro del PRD no se da sólo en el Poder Legislativo federal o en la Ciudad de México, baste mencionar a los cuatro ex dirigentes de esa organización política en Morelos, quienes anunciaron su adhesión a AMLO, acompañados del líder estatal de Morena, Miguel Ángel Lucia Espejo, y del senador ex perredista hoy militante de Morena, Rabindranath Salazar. En conferencia de prensa y acompañados de otros 40 militantes, Óscar Rosas López, Pedro Delgado Salgado, Víctor Nájera Medina y Juan Ángel Flores Bustamante, rindieron protesta por su nueva militancia ante la secretaria general de Morena, Yeidkol Polevnsky.
También se unieron a Morena el exalcalde de Yautepec, Agustín Alonso Mendoza, y Angélica San Vicente, actual dirigente del Barzón Morelos, quien ocupó la titularidad de los penales en el gobierno de Graco Ramírez a principios de su administración en 2012.
Por supuesto, las amenazas de expulsión del PRD no se han hecho esperar, riesgo que seguramente han calculado ya quienes, desde el PRD, se han unido a la candidatura de Obrador, como el senador Barbosa y la ex funcionaria Leticia Quezada.
Para cerrar esta colaboración, cabe decir que las y los políticos mencionados, los que no y los que se sumen, han aceptado o aceptarán su adhesión al “Acuerdo Político de Unidad por la Prosperidad del Pueblo y Renacimiento de México”, propuesto por Morena.
Académica de la Universidad Iberoamericana