Más Información
El municipio es al Estado, lo que la familia a la sociedad. Es la base, el cimiento del todo. La naturaleza política del municipio radica en la necesidad de compartir la responsabilidad de la administración y en alcanzar un objetivo esencial: la gobernabilidad. Cuando uno de los niveles falla, la secuencia se rompe y los efectos son expansivos. La coordinación entre los tres niveles de gobierno es una falacia cuando la frivolidad se convierte en el estilo personal de gobernar.
Un municipio no es una aldea, por más que sus condiciones geográficas le resulten adversas; un municipio es parte de un entramado que debiera ser construido con visión estadista.
Naucalpan es uno de los municipios fundamentales de México, debido a su nivel de industrialización, extensión territorial y posición privilegiada. Es uno de los tres que más aportan al PIB del estado mexiquense y el que junto con Ecatepec lo coloca como el de mayor incidencia delictiva. Cabe destacar que en los últimos cinco años, el Estado de México ha registrado un incremento en esa materia aproximado del 200%.
Entre los factores que fomentan la criminalidad debemos anotar la ausencia de gobernabilidad, pues aun cuando varios estudios la identifican como consecuencia de la violencia, en varias ocasiones aquella precede a la segunda y ese es el caso de Naucalpan.
Con una población cercana al millón de habitantes y una flotante que seguramente la triplica, el municipio tiene límites con zonas densamente pobladas y dinámicamente activas como lo son Atizapán de Zaragoza, Tlalnepantla, Huixquilucan y Miguel Hidalgo (CDMX). El área antes referida registra una alta incidencia en un rubro no tan investigado: el consumo de sustancias ilícitas. Ello impacta negativamente en otros rubros: la demanda en el narcomenudeo y la violencia en los adictos.
La gran cantidad de fraccionamientos privados que existen en Naucalpan y su área conurbada provocó que desde hace varios años, organizaciones criminales transnacionales hicieran de ahí su centro de operaciones y de residencia: la de los Beltrán Leyva fue la que se hizo cargo del trasiego, venta y distribución de narcóticos, abduciendo paulatinamente entre sus filas, las actividades delictivas diversas como el secuestro, robo de vehículo, entre otros.
Para el éxito de sus actividades y como ha sucedido en otras regiones del país, la organización corrompió a las policías municipales para ponerlas a su servicio, ante la omisión de los responsables municipales. La muerte de Arturo Beltrán Leyva trajo como consecuencia la división entre los grupos que integraban al cártel, y Naucalpan fue una de las zonas que a la fecha se mantiene en disputa. Basta recordar las acciones del grupo dirigido por La Mano con Ojos.
Cuando en los grupos del crimen organizado se generan rupturas, la primera consecuencia es de orden económico porque se detienen los flujos que sirven para pagar sobornos, sueldos y adquisición de insumos. Ello incide directamente en el incremento de la criminalidad urbana, principalmente en delitos patrimoniales con violencia y el secuestro.
Tan sólo en lo que va de 2016, Naucalpan ha registrado más de 190 homicidios, más de 7 mil denuncias por robo y varios feminicidios que lo incluyen en las zonas con alerta de género. Lo anterior representa un incremento del 10% respecto al año anterior. Naucalpan es hoy uno de tres lugares con menor calificación para vivir en México.
Otro factor que va de la mano con la presencia del crimen organizado es la actuación de la Policía Municipal, la cual ha abandonado su objetivo de proteger a los ciudadanos y se ha enfrascado en dos luchas: la interna y la de los grupos criminales antagónicos. La lucha interna deriva de la ausencia de mando del actual comisario, cuya presencia obedece a sus lazos familiares con el gabinete municipal. Ausencia de supervisión, planes de operación y esquemas de prevención, provocan que las zonas criminógenas y de criminalidad se encuentren sin presencia policial, sin labores de inteligencia ni de acción situacional, lo que favorece directamente la actividad criminal, misma que se ha empoderado ante la ineficiencia de los servicios y a la impunidad que les genera el temor de la población.
El narcomenudeo se ha disparado en Naucalpan; las ganancias económicas en las denominadas tienditas se ha incrementado de forma notable, lo que las convierte en un objetivo de protección para la Policía Municipal. Todo este caldo de cultivo propicia que la violencia se convierta en una característica en las zonas marginales (el caso de Evelyn), un motor para el feminicidio, secuestro y extorsión.
Si se quiere encontrar el factor criminal más importante en estos momentos en Naucalpan, habría de buscarse al interior del Palacio Municipal: Naucalpan no cuenta con un sistema de información que le permita georreferenciar la dinámica delictiva; se desconoce el número de reincidentes; no hay protocolos para la atención temprana de conductas contrarias a la legalidad ni programas sociales que las inhiban. No existe una mesa de coordinación ni de seguimiento diario a las denuncias ciudadanas; hay un distanciamiento severo entre población y alcaldía. Su presidente municipal Édgar Olvera se encuentra enfocado en las pugnas de su partido (PAN) y se limita a considerar que toda la violencia es producto de una campaña mediática con fines políticos. Su frivolidad expuesta en su reciente fiesta de Halloween, donde se disfrazó de un personaje televisivo, vaticinan que a los naucalpenses aún les queda una larga noche de terror.
Habría que recordarle al munícipe que la omisión en tareas de seguridad es fuente de responsabilidad penal, lo cual le hace candidato a convertirse en el segundo alcalde de esa región que termine siendo procesado, en esta ocasión, por su negligencia criminal.