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Hace rato que estamos viendo que desaparece de las escuelas la materia de Civismo, que dan de baja la Filosofía, que se juzga obsoleto estudiar Etimologías Latinas y no digamos las griegas que están, si cabe, más muertas. A la Historia bájenle, sobre todo a las culturas prehispánicas, para las que bastan 56 minutos en total y ahí se van globalizadas, si vale el término, la olmeca, la mexica, la maya, la teotihuacana o la totonaca (que tanto amaba Carlos Fuentes). En aras de la modernidad, aprendamos inglés y computación. Y el argumento al canto: “porque son más útiles”. Sin duda, pero ambos son sólo herramientas. Si usted domina el inglés, el idioma por sí solo vale poco y con Trump en la presidencia, menos, pues los migrantes, de los que pizcan algodón a los Cios, dejarán, lo quieran o no, de migrar. El inglés sirve, siempre y cuando se haga algo con él: comunicarse con otras personas, redactar un contrato, leer un instructivo. La enseñanza de la computación depende de que sepamos qué vamos a hacer con ella. Son, pues, herramientas, no metas del conocimiento.
Cuando desaparecen de los programas de estudio la Filosofía, el Civismo, las Etimologías, la Geografía, la Sociología, las historias del teatro, de la música, de la Literatura mexicana y universal, a los mayores que las echamos de menos nos acusan de nostálgicos, como si suspiráramos por el retorno del vals, el corte de pelo Bob de las flappers o la onda hippie de los sesentas.
Pero si ustedes se fijan, las materias que se tiran por la borda ofrecen una visión del mundo. Si le creemos a Marx, el hombre es materia pensante, vale decir lo que nos distingue de los animales, como ya lo dijo Aristóteles, (ese griego que no tenemos ya que estudiar), es que el hombre es un ser racional. Nadie desconoce que el mundo se ha mercantilizado, que, como dijo Jean Paul Sartre, (otro filósofo que se borró del mapa), vemos a los otros, (nuestros semejantes), ya no como personas, sino como cosas. En pocas palabras, como dijo Marx, (el filósofo que menos debemos de estudiar), el mundo actual es “un inmenso arsenal de mercancías”.
Cuando un muchacho dice que quiere estudiar en el Conservatorio Nacional de Música, en la Facultad de Filosofía y Letras o en la Escuela de Arte y Diseño, los padres preguntan angustiados, ¿y de qué vas a vivir? En efecto, aunque García Márquez representaba la mitad de las ganancias de la agencia literaria de Carmen Balcells, Frida Kahlo encabece las subastas de Sotheby´s o Eduardo Mata viajara en avión propio, los artistas la pasan mal, sobre todo al principio y a veces siempre. La sociedad reconoce y premia a los artistas, pero les paga mal y no sólo en el terreno monetario.
Las autoridades educativas han respondido igual que los padres, ¿de qué van vivir estos muchachos que estudien arte, literatura, música, filosofía o historia? Se les olvida que ese conjunto de materias, que no son las óptimas para acumular dinero, son nada menos que las que contienen el pensamiento del hombre, vale decir, su racionalidad, ese elemento por el cual (sine qua non, como se dice en latín) somos seres racionales. Gracias a ellas, ya no somos cosas, mercancías, sino seres humanos.
Por fortuna, el Observatorio Filosófico consiguió, a través de la senadora Ana Gabriela Guevara, un punto de acuerdo para restituir las materias de Filosofía, Ética y Lógica, y que sean impartidas por graduados en la materia, pero, como se acostumbra, la SEP les dijo “que sí, pero no les dijo cuándo”.
Por lo pronto, al doctor Gabriel Vargas Lozano, que encabezó la protesta, lo nombraron integrante del consejo mundial de maestros de Filosofía, que se están organizando en todo el planeta, porque la ofensiva contra las Humanidades viene de la OCDE. Los profesores de Historia han tratado infructuosamente de defender su área y los de Literatura, ni eso. ¿Y si lo que pasó en Monterrey fue consecuencia de la deshumanización educativa?
Profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM e Integrante
del Centro de Análisis de Coyuntura Económica, Política y Social.
caceps@ gmail.com