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Con Donald Trump en la presidencia —un empresario de segunda venido a político de primera por representar a mega poderes bancarios, petroleros y militares— se proyecta a EU como víctima de México y al TLCAN como prueba, en rigor chivos expiatorios, del desempleo, los bajos salarios y el narcomenudeo. El TLCAN, ya es barrera inútil a la penetración china.
Con decretos ejecutivos endurece deportaciones de migrantes, restricciones a viajeros musulmanes, va por ampliar el muro fronterizo y desmantelar la Agencia de Protección Ambiental, amenazando con abandonar el TLCAN si no se renegocia “algo bueno”.
Migración, comercio transfronterizo, drogas y explotación de la riqueza energética de EU, son sus cuatro primeras “negociaciones” binacionales. Con las dos primeras montó abigarrado show mediático. Con las dos últimas, en silencio, quiere a EU en uni-fila para explotar la energía de México, militarizar el país y sellar nuestra frontera sur.
En migración, el muro es sólo pretexto de negocios, porque los expertos no lo ven indispensable. En comercio, oscila entre imponer un arancel de 35% a las importaciones desde México, o aplicar una “tarifa de ajuste transfronterizo” de 20%. Más claro: está dispuesto a usar a su ejército, en la frontera y dentro de EU, contra narcos y migrantes; directo en México, legalizando la militarización doméstica.
Logró generalizar el miedo: entre los migrantes indocumentados en EU, por su vulnerabilidad. Entre los beneficiarios del TLCAN, por jugosos negocios en riesgo (lo mismo energéticas que automotrices, agrícolas, comerciales y tecnológicas estadounidenses, y algunas empresas monopólicas mexicanas). Entre los funcionarios mexicanos, por vasallos del TLCAN. Entre los mexicanos todos, al profundizar la militarización.
Tras 23 años, un balance de los impactos del TLCAN se puede resumir así: un crecimiento mediocre en México y bajo en EU; destrucción de empleos industriales bien pagados en EU, en Canadá y en México; creación de empleos industriales y de servicios peor pagados en EU, Canadá y México; reforzó la desigualdad por aumentar la participación de las ganancias en el ingreso total; en México, los salarios reales cayeron primero y se estancaron después; y la corriente migratoria que salía de cinco estados, ahora sale de todas las regiones de México y va a todas las de EU, debido a las oleadas de importaciones agrícolas que les compramos. La devastación social se refleja en altos niveles de pobreza en México (60% de la población), polarización de la riqueza en EU (en manos del 1%) y en una crisis ambiental que se extiende por toda América del Norte.
Los recursos naturales en México fueron depredados con la integración (las reservas de petróleo) y eso apuntaló en EU el proceso de desregulación que empujó el auge del petróleo y gas shale de 2006 a 2015. Sin TLCAN, sería más difícil que EU exporte gas a México y que exportemos petróleo a EU, por la competencia de Canadá, Arabia Saudita y Venezuela.
En los últimos años, aumentamos la dependencia respecto a las gasolinas y el gas de EU (que aportan 50% y 54% del total que importamos). El gas, clave en la generación de electricidad y, por eso, esencial para la industria en México.
Los negocios energéticos prioritarios binacionalmente son pues: comercialización de gasolina, de gas, petróleo de aguas profundas, explotación del shale-gas, electricidad. Ante eso, Trump amenaza con abandonar el TLCAN y Peña Nieto coquetea con China, pero implora renegociarlo en silencio.
Profesor de la Facultad de Economía e integrante del Centro de Análisis de la Coyuntura Económica, Política y Social.
caceps@gmail.com