Donald Trump está montando un fake reality show que causaría risa si no fuera una tragicomedia que afecta a millones de personas. Su infantil y bufonesca cara al negarle el saludo a la canciller Ángela Merkel es clara muestra de su incompetencia para ser presidente. Pero el principal problema no es la forma, sino el fondo: su primer presupuesto está inspirado en otra fantasía: la “economía vudú” inventada por Ronald Reagan. Drásticos recortes a los rubros sociales, educativos, culturales, de vivienda, de ayuda a los pobres, de protección al medio ambiente, a la cooperación humanitaria y para el desarrollo, la diplomacia, etcétera. Se reducen los impuestos a los ricos, se aumenta el gasto de defensa y seguridad que beneficia a la industria armamentista, y se eliminan regulaciones para que los especuladores vuelvan a hacer de las suyas. Los ilusos que votaron por el profeta demagogo que ofreció redimirlos, seguirán siendo pobres y olvidados, pero además no tendrán Obamacare y pagarán por el muro fronterizo que aplaudieron. En suma: regresa el “capitalismo mafioso y salvaje” de Reagan y Bush hijo que redujo los ingresos fiscales, el ahorro y la inversión, provocó brutales déficits presupuestales, descomunal endeudamiento público (es el país más endeudado del mundo), y finalmente la devastadora crisis económica de 2008-2009… la peor desde la gran depresión de 1929. El profesor Lawrence Kotlikoff, de la Universidad de Boston, afirma que el país está en quiebra, y con la repetición de esas fallidas “políticas vudú” va a estar peor.

Para implementar semejante insensatez se recurre, como lo hicieron Reagan y baby Bush, a la perversa estrategia del shock de Milton Friedman: “solo una crisis de seguridad, real o percibida, puede producir los cambios que se quiere imponer”. Reagan infundió miedo para crear inseguridad, debilitar la resistencia a sus políticas benéficas para los millonarios republicanos, agitando el espectro del comunismo soviético. Bush lo hizo con el espantajo del terrorismo islámico que irrumpió en aquel fatídico 11 de septiembre de 2001. El actual manipulador recurre a la xenofobia, al racismo, al odio y a la “terrible amenaza” de los indocumentados que quitan trabajos a los estadounidenses y son criminales y violadores, o a los refugiados que en sus entrañas esconden un terrorista. Mañana probablemente asustará con los extraterrestres, los zombis, virus peludos, tiburones voladores, etcétera, puesto que el temor ha sido una efectiva arma política en la historia. Lo utilizó Atila, Gengis Kan, los romanos, la Santa Inquisición, los reyes absolutistas, los revolucionarios franceses, Stalin, Pinochet... y, por supuesto, Hitler lo emplearon eficientemente tal como lo siguen haciendo terroristas y narcotraficantes. Herman Goering —promotor de la “solución final”— afirmó: “es fácil hacer que la gente apoye a sus líderes. Lo único que debes hacer es decirles que están siendo atacados y denunciar a los pacifistas por su falta de patriotismo y exponer al país al peligro”.

En conclusión: la verdadera amenaza a la seguridad nacional de EU, a la internacional y a la de México es el circense fake reality show de Trump puesto en escena para encubrir una despiadada autocracia corporativa populista, que de no ser frenada conducirá a una brutal recesión económica, a alguna guerra en el mundo —Corea del Norte aparece como prioritaria—, a una temeraria injerencia militar contra “bad hombres”, a una alianza antinatural con Putin o a cualquier descabellada acción por parte de alguien cuya brújula moral es la mentira, la deshonestidad, la carencia de escrúpulos, la ambición material, el narcisismo, el conflicto de intereses, la incongruencia y las verdades alternativas.

Internacionalista, embajador de carrera, académico

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