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No hay duda, todo niño tiene derecho a la protección de la ley. Ningún niño puede ser objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia, o su domicilio, ni de ataques ilegales a su honra o reputación. Así lo establece la Convención de los Derechos del Niño en su Artículo 16.
Es más, aquí en México en la Ley General de los derechos de niñas, niños y adolescentes, el Artículo 77 dice textualmente: “Se considerará violación a la intimidad de niñas, niños o adolescentes cualquier manejo directo de su imagen, nombre, datos personales o referencias que permitan su identificación en los medios de comunicación que cuenten con concesión para prestar el servicio de radiodifusión y telecomunicaciones, así como medios impresos, o en medios electrónicos de los que tenga control el concesionario o medio impreso del que se trate, que menoscabe su honra o reputación, sea contrario a sus derechos o que los ponga en riesgo, conforme al principio de interés superior de la niñez”. Nada que debatir. Son sus derechos y deben respetarse.
Ahora bien. Después de la tragedia en donde un menor de edad le dispara indiscriminadamente a sus compañeros y maestra en una escuela de Monterrey, el debate en redes giró en torno a la divulgación o no del video que da testimonio del terror.
Yo creo que es correcto que el video se conozca sólo salvaguardando la identidad y rostro de las víctimas involucradas. No hay problema. Al principio, el video se soltó en crudo pero más tarde tanto El Norte como EL UNIVERSAL lo pixelearon o colocaron sombras sobre los rostros y así está al aire. Denise Maerker decidió no difundirlo esa noche y tan tan.
He sido editor de foto en distintos medios, Proceso, Paris Match, El Centro y Excélsior, entre otros. Desde años en cada una de esas redacciones fui el primero en solicitar al director en turno que se taparan los rostros de cualquier menor de edad en conflicto violento, terrorista o de narcotráfico, cada vez que publicamos una foto con niños, así se hizo.
Así pues, la cosa es sencilla. Cuidando la identidad, no debe ocultarse la información, si acaso agregarse una advertencia y listo. Por lo tanto no puedo compartir la idea hipócrita de que no se divulgue bajo ninguna circunstancia el video de Monterrey, como si eso acabara con el problema.
Antes que nada, el origen de ese material tuvo que haber sido filtrado presuntamente por “alguien”, claramente cercano a la escuela donde fue el tiroteo. Sin ellos nada se sabría. Las autoridades ya investigan. Pero también hay que decirlo. La sociedad de hoy ya no cree en nada y exige todo; y si no hay video ese vacío lo llena la especulación.
Hace 50 años, cuando asesinaron al Che Guevara, la CIA divulgó las fotos de su muerte para enterrar la idea popular de que “El Che seguía vivo”. En 2011, cuando atraparon y asesinaron a Bin Laden, la gente exigía imágenes de la captura o muerte del terrorista y Obama no las presentó, bajo la tesis de que aún con esas fotos tampoco la gente lo creería, y tuvo razón. Pero nadie quedó contento.
En 2001 se debatió sobre la pertinencia o no de publicar fotos de la gente que saltaba desde las Torres Gemelas argumentando su derecho post mortem a la dignidad. Unos hicieron caso, otros no. Hace dos años, cuando la foto del niño sirio Aylan Kurdi se publicó, se debatió lo mismo. Es una historia sin fin. Un reclamo cíclico.
Y por qué nadie se queja en México cuando ve niños heridos o muertos de las guerras en África o Medio Oriente. ¿Será que esos importan menos?
Aquí la duda es ¿qué aporta el video? y yo creo que su aportación es enorme. Al menos que todos hayan participado alguna vez en un tiroteo, el video da cuenta de la dinámica y circunstancias que sólo pueden ser revelados por la imagen en movimiento. Así lo constatamos con el video de Zapruder sobre el atentado de Kennedy, aunque a sus hijos les molestara su difusión. O en el caso de Colosio, allá en Tijuana. Por lo tanto, el conocimiento de esos documentos es vital en toda investigación y por ello su difusión es pertinente.
Los medios tienen la responsabilidad de atenerse a las reglas y protección de la integridad de las víctimas, punto; con el sombreado sobre los rostros de los involucrados se cumple con ello. El video es un documento clave para entender el horror. Todo lo demás es puritanismo.
Insistir en censurar el video es equivalente a querer arrancar las páginas de educación sexual en los libros de texto escolar para que los adolescentes no se embaracen. No sirve de nada.
@MxUlysses