Hace 50 años, cuando mi padre rondaba los 22 de edad, ganó el Concurso Nacional de Caricatura de este diario. Y publicó en estas páginas durante un año aproximadamente. Este cartón es de 1966.
Mi padre trabajaba como cajero en el Banamex de la glorieta de Etiopía antes de que construyeran el Metro y dejara de ser glorieta. Ahí conoció a mi madre, quien también trabajaba en el banco. Se casaron en 1967 y me traerían al mundo en el convulso 1968.
Mi papá ganaba en el banco $925 a la quincena, rentaba un depa en la ciudad por $700, pero como monero ganaba más de $2,000 al mes, a razón de $100 por cartón publicado. En aquel entonces el dólar se cotizaba a $12.50 por lo que no le iba mal como caricaturista novato. Por ello, al final dejó el banco.
En aquellos años, los caricaturistas más famosos y reconocidos eran ya Rius, Naranjo y Helioflores, estos dos últimos, parte fundamental de este diario hasta nuestros días. Por cierto, en el marco del centenario de EL UNIVERSAL está por salir un libro que recopila la historia de los caricaturistas de los últimos 100 años en estas mismas páginas.
El martes pasado se entregaron los nuevos premios a caricaturistas emergentes en la Biblioteca Vasconcelos como parte de la celebración del Centenario del diario. Fue inevitable al ver a los ganadores de esta semana, imaginar lo que significó para mi padre el haber ganado dicho concurso a finales de los 60.
Mi padre migró a esta ciudad cuando era un niño de 10 años, junto con mi abuela y tres hermanos, en condiciones de pobreza casi extrema. Mi abuela era costurera y se trajo a sus hijos a la gran ciudad huyendo de un contexto difícil de los Altos de Jalisco.
Bulmaro Castellanos (Magú), estudió aquí en la capital hasta conseguir un lugar en la Facultad de Derecho de la UNAM, carrera que dejó inconclusa por falta de vocación, en medio del movimiento estudiantil de 1968; cuando de milagro, aquella tarde del 2 de octubre, él, mi madre y un bebé en brazos —de nombre Ulises— decidieron salir antes de que terminara el famoso mitin que acabó en la masacre de Tlatelolco.
Así las cosas, este dibujo que ven aquí es la piedra de toque con la que mi padre se da a conocer y arranca su carrera de caricaturista que hasta la fecha lo mantiene haciendo un cartón político diario. Han pasado ya 50 años, y él ahora está por cumplir 72 años; obvio es para mi un orgullo ser su hijo, por esta y mil razones más que hoy no vienen al caso.
Él lo sabe, pero siempre es importante dejar un testimonio público de agradecimiento y admiración para mi padre, a quien amo y agradezco infinitamente no sólo por haberme concebido, sino por cuidarnos y enseñarnos tanto en todos estos años.
Gracias papá y felicidades por este 50 aniversario de carrera periodística.
PD. Y gracias a este diario por haberle reconocido con ese premio y catapultar su carrera para convertirlo, ni modo, en uno de los mejores moneros mexicanos de nuestro tiempo. Por cierto, fue un gusto saludar en la última premiación al talentoso Naranjo, caricaturista estrella de El Gran Diario de México, quien ya ronda el medio siglo publicando en estas páginas.
@MxUlysses