Más Información
Mauricio Kuri garantiza seguridad tras ataque a bar Los Cantaritos; niega que conflicto de otros estados se traslade a Querétaro
Rubén Rocha admite “encuentros” entre grupos criminales y autoridad en Sinaloa; “ahí va la seguridad en el estado”, dice
Marcha 25N: Día Internacional para Eliminar la Violencia contra la Mujer; cierres y cortes viales, minuto a minuto
Fernández Noroña celebra “extraordinaria respuesta” de aspirantes a elección judicial; “ganó el éxito”, asegura
Recientemente, el estado de Chihuahua ha ocupado titulares en los medios debido a la violencia, que lamentablemente alcanzó la muerte de una destacada periodista, Miroslava Breach. En efecto, la violencia ha recrudecido, pero no a los niveles de hace pocos años. El gobernador Corral ha referido a la narcopolítica del pasado reciente como parte de la explicación. Pero no habría que limitarla a algún partido, sobre todo si se analizan plazos largos.
La estadística de homicidios —como el indicador más crudo de violencia— muestra datos importantes para explicar esa relación. Aquí una síntesis, con base en la experiencia del municipio de Juárez y nacional.
Para iniciar, es falso que la frontera norte esté inevitablemente ligada con la violencia. Durante décadas tuvo tasas de homicidio muy por debajo de la nacional. En Juárez, hasta 1992, su tasa por cada 100 mil habitantes era tres veces inferior a la nacional (seis y 18).
En 1993, junto con la primera gubernatura del PAN en Chihuahua, la tasa de Juárez multiplicó su escala, superando a la nacional durante el periodo de Francisco Barrio (1992-1998). En 1995, por ejemplo, los números fueron de 32 y 17, respectivamente. En esos años inició el gravísimo feminicidio que ha sufrido Juárez por largo tiempo.
En Chihuahua y otros estados es probable señalar a la narcopolítica como parte del problema. Pero no hay duda que política y las políticas tienen un impacto en el mapa de violencia. En 1993, algo cambió entre el narcotráfico y el nuevo gobierno estatal. Varias cosas se descompusieron y agitaron al escenario previo, cuando seguramente existía narcotráfico, pero no la extrema violencia que sucedería.
Con el gobierno de Patricio Martínez (1998-2004), la tasa de homicidio en Juárez descendió un nivel, sin dejar de ser grave, especialmente por ser la época más cruda del feminicidio y su impunidad. Con Barrio, el promedio sexenal fue de 23.3 y con Martínez 17.7. Esta última cifra continuó durante el gobierno de Reyes Baeza (2004-2010)… hasta su primera mitad. Sucedió entonces la catástrofe.
Con el cambio en la Presidencia se modificó el combate al narcotráfico, conduciendo a Fuerzas Armadas y policías federales hacia una intervención directa, en las calles. Lo grave pasó a gravísimo. La segunda mitad del gobierno de Reyes Baeza encontró el inicio del periodo de Felipe Calderón.
La tasa de homicidio de Juárez en 2007 era de 15 por cada 100 mil habitantes. Saltó hasta 120 en 2008; a 181 en 2009; a 283 en 2010, la más alta del mundo. Sin precedente y con todas las crueldades. Murieron en su abrumadora mayoría hombres jóvenes, muy jóvenes, muchísimos niños; víctimas y victimarios.
La tasa juarense disminuyó a 165 en 2011; a 35 en 2014 y el año 2016 cerró con 22. La tasa nacional es de 18. Como referencia, en Estados Unidos es cercana a 5; en Canadá apenas supera el 1. Con excepción del período de Vicente Fox, cuando la tasa nacional disminuyó notablemente a 9.8, los sexenios desde Salinas, Zedillo, Calderón y Peña, han permanecido en 18, es decir, el doble. ¿Hubo tolerancia o acuerdo de Fox con el narcotráfico? Tal vez. Quizá por ello la insistencia de Estados Unidos en un Plan Mérida al inicio del gobierno de Calderón.
En todo caso, es claro que la política y las políticas tienen fuerte relación con los ciclos de muerte vinculados al narcotráfico. Son demasiadas muertes y demostrada la inutilidad de la vigente estrategia para combatirlo. La experiencia demanda cambiar de paradigma y debe hacerse justo en nombre de la niñez y juventud, para salvar sus vidas de la violencia.
Hoy, parece que el gobernador Corral encuentra algo similar a Barrio, en 1992. Algo se reacomoda, más complejo que la salida del Chapo de la escena. Lo ideal es que la estrategia no vuelva a atizar la violencia.
La paradoja de Chihuahua y del municipio de Juárez es una cruel parábola: la sociedad que hace 30 años soñó y peleó ejemplarmente por la transición democrática, sigue muy lejos de sus aspiraciones.
La historia caminó al revés, con una criminalidad sin alivio. Hace 30 años el joven Javier encendía las plazas con un discurso de alentador futuro. Hoy tiene oportunidad de cumplirlo. Tal vez.
(Agradezco a mis colegas César Fuentes y Sergio Peña permitirme las estadísticas de su valioso trabajo académico).
Profesor Investigador de El Colegio de la Frontera Norte