In memoriam.
Luz María Estrada Paz
El maestro es un personaje central en la sociedad mexicana. Se le ha reflejado en el cine, la televisión y otros medios; se le ha representado en amplias gamas y tonos… Al final nos queda una imagen de un hecho muy real: la importancia del maestro como pilar en la construcción de nuestra sociedad.
Pero como la realidad siempre supera a la ficción, vale la pena hacer un repaso sobre las condiciones reales de los maestros que muestran las evaluaciones realizadas al Sistema Educativo Nacional. Quienes están en nuestras aulas son, en su mayoría, mujeres, salvo sectores muy particulares del sistema. Según datos del Cemabe de 2013, 67.5% de los docentes en educación básica (preescolar, primaria y secundaria) son mujeres, y en todo el tramo de la educación obligatoria las maestras representan el 54% (TALIS, 2013).
¿Y cuáles son las condiciones en las que los docentes deben desarrollar su trabajo? Para conocerlas, el INEE ha implementado la Evaluación de Condiciones Básicas para la Enseñanza y el Aprendizaje (ECEA), que nos ha dado datos como que 20% de los docentes de primaria no cuentan con una silla o que 24% no cuentan con pizarrón o éste está muy deteriorado.
Es así como la evaluación del Sistema Educativo nos da cuenta de que, pese a los logros que ha tenido, como una importante expansión de la cobertura y la mejora de algunos otros indicadores, la totalidad de las escuelas mexicanas no han cambiado todo lo que sería razonable y deseable, en el último medio siglo. De acuerdo con ECEA, en el ciclo escolar 2013-2014 el 25% de las escuelas primarias generales del país eran multigrado, esto quiere decir que los maestros de estas escuelas deben enfrentar el reto de enseñar a niños de distintas edades y con muy diversas necesidades en una misma aula. En estas escuelas, 99% de los directores también son docentes frente a grupo. Se trata mayoritariamente de un fenómeno rural.
Pero también los maestros de las áreas urbanas deben hacer frente a situaciones no deseables; ahí están expuestos a situaciones de violencia, amedrentados por el crimen organizado y sabiendo que sus alumnos son presas fáciles de estos grupos o de otras amenazas como el uso de drogas o el acoso escolar.
No podemos dejar solo al maestro en esta tarea. No basta la vocación de ser maestro. Se debe hacer todo lo necesario para que los docentes se sientan dignos, seguros y libres en el ejercicio de su profesión. Y ésta es una de las misiones que está en la concepción del Servicio Profesional Docente (SPD). Ahí la SEP (como “empleador”) y el INEE (como la autoridad en materia de evaluación), tenemos una tarea en la que se han hecho algunos avances, pero debemos admitir que seguimos teniendo pendientes, entre ellos, la formación inicial y continua, así como una evaluación del desempeño que genere mayor certeza y retroalimentación al docente para su desarrollo profesional.
Lo cierto es que resolver esto es indispensable para que se materialice el que los docentes se sientan tratados no sólo como garantes del derecho a la educación, sino que también se reconozcan como sujetos de derechos.
Sigo convencida de que todos los involucrados en el Sistema Educativo —desde el Estado y desde la sociedad— debemos seguir apoyando en esta misión a los docentes, dotándolos con los recursos que requieren, materiales o de formación. Los maestros deben estar motivados por un sistema y una sociedad que los reconoce y respalda en su quehacer cotidiano. Todos los involucrados tenemos la obligación de proveer y propiciar que el profesor haga realidad esa figura inolvidable e inspiradora que ha alimentado nuestro imaginario colectivo, tanto desde la ficción como desde nuestras experiencias. La agenda pendiente sigue siendo el que valoremos al maestro, y ésta debe seguir siendo nuestra consigna. Tomo ese compromiso desde mi responsabilidad y me uno a las felicitaciones por su día.