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El número de observadores internacionales en el país supera los sesenta. No se limita a la participación de los estadounidenses. Están, por un lado, los de la misión de la OEA, dirigidos por la ex presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, y por otro, todos aquellos que obtuvieron su registro ante el INE. Ya sean europeos, latinoamericanos o canadienses, todos quieren saber qué sucede en las elecciones en México. México les importa.
Los sistemas electorales difieren de país a país. Se tienen algunos como el mexicano en los que un órgano centralizado como el INE, antes IFE, tiene el control y seguimiento de las campañas y de los resultados electorales. El caso de las elecciones en EU es muy distinto.
Al no existir un órgano centralizador, no sólo las elecciones varían de estado a estado. De condado a condado, que equivalen a los municipios, cada proceso es diferente. Varían desde el tipo de boletas que se les entregan a los votantes hasta en los recursos con los que cuentan para llevar a cabo los procesos electorales. Algunas boletas son electrónicas mientras que otras, se entregan en papel. Pueden votar con un voto adelantado antes del día de la elección o por correo en el caso de quiénes estén fuera de su localidad o en el extranjero. En algunos lugares las boletas cuentan con información en tres diferentes idiomas, dado el número de minorías, mientras que en otros, están en inglés.
No existe una credencial de elector. Los habitantes se pueden presentar con una tarjeta de crédito, con la credencial del club, con su licencia de manejar o con un recibo del teléfono. Todo documento es válido para votar. El modelo se centra en un valor fundamental: la confianza.
La población estadounidense, a pesar de sus problemas de racismo y discriminación, aún hoy se basa en la confianza. Su sistema electoral también. El mexicano es lo contrario. Si no se presenta la credencial para votar, y el mismo día de la elección y en su casilla correspondiente, simplemente no se vota. Si acaso, se permite votar en una casilla general pero no por todos los representantes por los que se debe. Sólo por los federales. No por los locales. Nadie confía en que se conozcan a los candidatos ni en que se vote a conciencia.
A pesar de que todos los vecinos aboguen por uno, sin credencial no se vota. Los mexicanos no confían. Este valor hace tiempo que desapareció de su corolario de valores y prevalece, cada vez más, lo contrario. No sólo nadie confía, sino que se duda hasta de la certeza de los documentos oficiales que se presentan.
Las elecciones de este día nos ponen ante los ojos del mundo tal y como somos. Una de las preocupaciones de los observadores internacionales es que a lo largo de toda esta última semana, los niveles de violencia en diferentes localidades fueron mucho más intensos que en pasadas elecciones. Esto sin duda tendrá repercusiones en los resultados al final de la contienda.
Sabemos que los observadores estarán al menos en diez y siete estados. Ellos están concientes de las dificultades por las que atravesamos. No sólo tuvieron una capacitación específica para conocer los mecanismos electorales mexicanos, sino que conocen a las autoridades en la materia a nivel federal y local. Saben que se han quemado o robado boletas electoras. Conocen los mecanismos de fraude en el pasado y en el presente.
Parte de la imagen que recorrió el mundo sobre las elecciones en México en esta semana pasada es grave. Violenta: La prensa internacional no desperdició momento para relatar los sucesos en el magisterio mexicano y sobre su afán por presionar al gobierno frente a la reforma educativa, a cambio de regalías de las que no son meritorios. Todos desconfían de todos. El mexicano abusa de sí mismo. Traspasa la frontera del respeto y poco entiende sobre su presencia en el mundo. Menos aún le preocupa que vengan observadores externos en un día como hoy.
México es parte del mundo. Sus elecciones también. Lo que suceda en esta contienda, tendrá repercusiones en el monto de inversiones que se espera para implementar las reformas electorales y en el respeto a los derechos humanos. Hoy más que nunca, el mundo observa y califica al país.
Internacionalista