Las posibilidades de desarrollo de una sociedad dependen, entre otros factores, de la disponibilidad de infraestructura planeada, de alta calidad, en cantidad y ubicación suficientes; de no contar con ella, la sociedad será menos competitiva, y peor aún, quedará más rezagada y empobrecida.
El  Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) responde a la necesidad de dotar a la capital y al centro del país de la infraestructura aérea que permita mejorar la competitividad de México y cubrir el crecimiento de la demanda de ese servicio. Además, el NAICM ofrece la oportunidad de articular las distintas modalidades del transporte regional a partir de la planeación integral de la movilidad de los pasajeros. Su éxito (o fracaso) tendrá un amplio impacto en la vida de varios millones de personas, aun cuando no usen sus instalaciones.
El sitio seleccionado para el aeropuerto presenta, desde el punto de vista de la ingeniería civil, importantes retos: inundaciones, sismos y hundimientos, principalmente. En esta ocasión me referiré sólo a los suelos.
El NAICM estará asentado en terrenos que son el resultado de la paulatina desecación del Lago de Texcoco. Estos suelos son especialmente blandos y compresibles, lo que implica que tengan una baja resistencia y sean susceptibles de deformarse con el tiempo. Las arcillas del Valle de México tienen características muy especiales. Una de ellas es su alta relación de agua y aire, comparada con la de sólidos.
Imaginemos un cubo de un metro de arista, tomado a 30 metros de profundidad del suelo donde se construirá el aeropuerto. Su volumen tiene —en números gruesos— entre 12 y 20% de partículas sólidas; el resto lo llena el aire y el agua que las rodean. Si se coloca una estructura en la superficie —pistas con aviones—, la interacción de las partículas sólidas y el agua resistirán la carga, lo cual provoca que el peso de la construcción disminuya la altura de nuestro cubo y pierda su forma.
Si se suma el efecto del bombeo del agua, que es previsible que continúe en los próximos años en la cuenca del Valle de México, éste produce que las arcillas blandas se consoliden, es decir, que el volumen del cubo se reduzca más y pierda su forma, lo cual se manifiesta en la superficie por hundimientos del suelo y por deformaciones de las construcciones que ahí se encuentran, ya sean pistas o edificios.
De acuerdo con las necesidades de la aviación, las pistas de aterrizaje deben tener una longitud mínima de entre 4 y 5 kilómetros y una pendiente máxima (entre los extremos) del orden de 1.5%. El suelo que sostenga a las pistas experimentará deformaciones por el peso y por el proceso de consolidación a lo largo de la vida útil del NAICM. Esta reducción del volumen del suelo subyacente será diferente en distintas partes del predio porque los espesores de los estratos de arcilla compresible tienen variaciones importantes, lo cual se traducirá en asentamientos distintos a lo largo de la longitud de las pistas. Este reto es único para un aeropuerto de las  dimensiones propuestas y requiere de un extremo cuidado en el diseño y construcción. Para que el NAICM sea funcional, además se necesitará que el mantenimiento de las pistas, y más específicamente, que la deformación a lo largo y a lo ancho de ellas  (también llamada hundimiento diferencial), y que las pendientes en ambas direcciones, no excedan los límites establecidos por los organismos reguladores de la aviación internacional.
Ante la enorme inversión que representa para un país como México la construcción del NAICM, cabe preguntarnos si el costo del mantenimiento de las pistas referido se tomó en cuenta en las evaluaciones financieras. Esto implica conocer la tecnología a usar para lograr su funcionalidad, así como disponer, permanentemente, de un equipo entrenado en la interpretación de la información que se debe capturar con regularidad, así como en el diseño y aplicación de las soluciones preventivas y correctivas.
Un detalle final. Una obra del tamaño y complejidad  del NAICM es gestionada, en otros países del mundo, por equipos de funcionarios con capacidad de decisión, que son hasta 10 veces mayores que el de México. Si ya es grave este número bajo, peor es la falta de coordinación, deficiente organización y anarquía de responsabilidades en la toma de decisiones, lo que ya acusa contradicciones que, sin duda, tendrán graves consecuencias. Es un proyecto Montessori. ¿Nos debe preocupar el resultado?


Investigador de la UNAM y presidente de la Academia de Ingeniería de México

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