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Una de las responsabilidades más importantes del INE —y que muy pocos tienen presente— es coadyuvar a desarrollar la cultura democrática y la educación cívica. No se trata por cierto de las aburridas clases de “civismo”. De lo que se trata es formar ciudadanos con profunda convicción democrática.
La semana pasada el INE, apoyado por un grupo de expertos, presentó la Estrategia Nacional de Cultura Cívica (Enncivica). Frente a la cantidad de problemas y asuntos públicos que debemos resolver, ¿por qué preocuparnos sobre algo tan abstracto como la “cultura cívica”?
Ésta tiene dos dimensiones. La primera es la relación de confianza y legitimidad que debe existir entre ciudadanos y autoridades y la segunda se refiere a la participación de los ciudadanos en la vida pública. La experiencia cotidiana basta para saber que tenemos serios problemas en ambas y muchas encuestas lo confirman. Sólo como ejemplo, 70% de la población confía “poco” o “nada” en el gobierno y a 63% le interesa “poco” o “nada” los asuntos públicos (Los mexicanos y su Constitución, UNAM, 2017). Vivimos una auténtica “crisis” que no solo se expresa por la distancia que existe entre las y los mexicanos y sus instituciones y gobernantes, sino también por la apatía, el desinterés o el franco rechazo por lo público y lo político.
La cultura cívica deja entonces de ser algo abstracto y adquiere expresiones cotidianas y normalizadas: desconfiamos de las instituciones, de los funcionarios y de nuestros representantes; nos sentimos ajenos a las decisiones públicas y, quizá lo más grave, nos cuesta trabajo crear relaciones y redes de confianza con otros ciudadanos que nos permitan un acercamiento más sano a lo público y lo político.
Para cambiar este estado de cosas necesitamos comprometernos con la educación cívica. Por ella no me refiero únicamente a la necesidad de sensibilizar, informar y dotar de capacidades “ciudadanas” a la sociedad, sino también a la necesidad de conectar el funcionamiento y quehacer gubernamental con los intereses y la participación de las personas.
Necesitamos, como propone la Enncivica, construir una nueva forma de entender y ejercer ciudadanía, que responda a los retos que hemos referido, y que tome provecho de las oportunidades de innovación que nos ofrecen las tecnologías de la comunicación. Debemos promover el entendimiento de las y los ciudadanos como personas activas, con capacidades políticas para incidir en lo público; de ejercer liderazgos políticos genuinos que responden a las necesidades particulares de contextos locales; de ser las voces críticas del espacio público.
La Enncivica propone una pedagogía para construir una nueva cultura cívica. Nos ofrece una lógica clara y simple para orientar la acción pública y que traduzco en cuatro ideas: información, diálogo, responsabilidad y exigencia.
La estrategia plantea un reto para las instituciones de educación superior. Tenemos que asumir, explícitamente, que no es suficiente preparar a nuestros estudiantes para un mercado laboral competitivo, sino que también tenemos la responsabilidad de formar ciudadanos que a través de la información, el diálogo, la responsabilidad y la exigencia sean sensibles a los asuntos públicos y capaces de proponer soluciones a los problemas que afectan a sus comunidades. Tendríamos que incluir este enfoque pedagógico como parte integral en nuestros programas y actividades.
Hoy sabemos que la democracia está en riesgo. Y por eso, hoy debemos redoblar los esfuerzos para que con un enfoque nuevo, innovador, audaz y responsable seamos capaces de asumir la tarea de formar a los ciudadanos que merece este país en el siglo XXI.
Director del CIDE