Sara Sefchovich

¿El mundo al revés?

22/05/2016 |01:11
Redacción El Universal
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Según el Banco de México, durante 2015 y en lo que va de 2016, aumentaron de manera considerable los envíos de remesas a México. Los incrementos se registraron mes con mes, y en algunos meses crecieron como no habían crecido desde hacía siete años.

Anualizado, el incremento total fue de alrededor de 5%, pero si lo diferenciamos, resulta que para algunas regiones el aumento fue mucho mayor, por ejemplo en Querétaro llegó a 15%, y hay estados de la República en los que llegó a ser entre 7 y 9 % de su Producto Interno Bruto, lo que no es insignificante. Y si a ello le agregamos el aumento del precio del dólar en relación al peso mexicano, esto redunda en hasta 27% de incremento.

Pero no solo eso. Lo que estas cifras indican es que esos dineros que entran al país (25 mil millones de dólares en números cerrados, según la información oficial), son mayores que los ingresos por inversión extranjera directa (22 mil millones según BBVA Bancomer) y que las exportaciones petroleras (que de acuerdo a cifras oficiales son de poco mas de 23 mil millones). Las remesas aportan también más recursos a la economía que la balanza automotriz, las exportaciones agrícolas y los ingresos por turismo.

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Hace algunos años Devesh Kapur, de la Universidad de Harvard, y John Mc Hale del Queens School de Ontario, mostraron cómo ese dinero supera en mucho (¡diez veces!) al que Estados Unidos destinó a la ayuda externa en América Latina y también a las transferencias netas de capital privado. Pero lo más interesante es que sus beneficiarios son las familias, principalmente las que están en la franja inferior de ingresos. Cerca de 70% de esos dineros se les envía a las mujeres, madres o esposas, lo cual asegura que se los use para todo el conjunto familiar. Y en la mayoría de estos casos, esos dólares “pueden significar la diferencia entre la pobreza extrema y la miseria, pues sirven para por lo menos poner comida en la mesa”, dicen los estudiosos.

Lo otro que resulta impresionante es que, después de una primera etapa en que se gasta principalmente en alimentos y en lo que los estudiosos llaman “bienes no duraderos,” como han mostrado Abhijit Banerjee y Esther Duflo, profesores del Instituto Tecnológico de Massachusets, conforme las familias van recibiendo dinero de manera más continua y estabilizando su situación, ya no gastan tanto (casi la mitad, según datos de una encuesta) en alimentos y productos de primera necesidad, sino que empiezan a adquirir otros productos (celulares, electrodomésticos, televisores), mejoran sus casas y de allí hasta brincan a poner pequeños negocios o a mandar a los hijos a estudiar.

Y todo esto lo hacen sin discursos ni instituciones ni burocracias de esas que tanto tenemos dizque para el combate a la pobreza, sin corrupción ni favores ni chantajes políticos ni condiciones sobre cómo gastar el dinero o qué requisitos hay para recibirlo, sin informes de resultados ni evaluaciones que cuestan mucho.

No queda otra que pensar en aquel poema de José Agustín Goytisolo que cantaba Paco Ibáñez y cuya letra hablaba de lo que sería un mundo al revés, en el que habría un lobito bueno, un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado, pues en México ya estamos viviendo en ese mundo al revés.

Millones de compatriotas se van a trabajar a otros países, principalmente Estados Unidos y Canadá, porque aquí no tienen empleo o si lo tienen, no ganan lo suficiente y luego, paradójicamente, son los que sacan a sus familias de la pobreza y de paso al país completo, que así resuelve un problema gravísimo, siendo que el país debería estarlos salvando a ellos, a sus ciudadanos.

Esto es lo más sorprendente y lo que más nos pone a pensar sobre la forma de llevar a cabo las políticas públicas y las acciones gubernamentales que son caras, complicadas y poco efectivas.

Escritora e investigadora en la UNAM.

sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com