En un artículo reciente, Adriana Malvido cuenta lo que sucede en el terreno de la política pública hacia la cultura: en el presupuesto para el próximo año, la Cámara de Diputados aprobó un recorte de más de 3 mil millones de pesos para el sector, lo que significa un 20% menos respecto al 2016. Además se le quitan subsidios a los estados para apoyarla.

Por supuesto, entendemos que la situación del país es muy difícil y que hay que hacer recortes. Lo que preocupa son dos cosas: por una parte, la manera como se conciben estos recortes, porque se gastan enormes cantidades en sostener burocracia (por eso en estas mismas páginas estuve en contra de la creación de la Secretaría de Cultura cuando el Conaculta funcionaba suficientemente bien) y se siguen otorgando enormes cantidades de dinero a algunos proyectos (como la FIL de Guadalajara, el Festival de Cine de Morelia y otros por el estilo) y en cambio se les quitan por completo los recursos a miles de proyectos, grupos y creadores, cuando un país como el nuestro necesita exactamente lo contrario: atender a éstos.

Y por otra parte, como también afirma Malvido, ofende que se le otorguen millones y millones de pesos a los partidos, las campañas electorales, la publicidad oficial sobre los logros de los gobiernos federal y locales y hasta para buscar a funcionarios corruptos.

Según el discurso oficial que nos han venido repitiendo durante años, la cultura y el deporte contribuyen de manera sumamente significativa para prevenir la delincuencia y la violencia y para provocar un verdadero cambio favorable en la vida de las personas. Quienes han hecho este tipo de proyectos afirman su importancia: “Los productos culturales contribuyen a la paz, a la seguridad y a la reconstrucción del tejido social. Que los miembros de las colonias y los barrios tengan oportunidades en los espacios públicos de crear, participar, producir y difundir productos culturales, ellos mismos escribir y actuar obras de teatro, danza, baile y performances expresando su realidad y compartiendo el proceso es importantísimo. Hay bellísimas experiencias con el Teatro del Pueblo, con chavos banda, con los cuenta cuentos y el teatro en atril, los libro-clubs, los talleres de artes. A muchos niños y niñas o jóvenes que en su vida han estado expuestos a expresiones culturales y artísticas, les amplías su espectro y pueden encontrar sentido de vida. Se construyen fortalezas personales, ciudadanía y opciones de vida. Desde mi óptica son centrales las herramientas de salud mental, de la cultura y del deporte para salir de estas pulsiones de muerte con las que estamos construyendo seres humanos en este país”.

Y sin embargo, ahora resulta que es a esos proyectos a los que se les quitan los fondos. Una vez más, como tantas, la contradicción es patente entre lo que nos dicen que piensan y lo que realmente hacen.

¿Cómo hacerle entender a los diputados y a los funcionarios que la cultura no es asunto de grandes burocracias y grandes eventos, sino al contrario, de generar situaciones sociales favorables a ella que se construyen paso a paso durante muchos años? ¿Cómo hacerles entender que al quitarle los recursos a los miles de proyectos pequeños y dárselo todo a los mega, negamos la construcción de esos procesos, pues como bien explica Linda Nochlin, la creación artística e intelectual ocurren en una situación social, o dicho de otro modo, no es cosa de un genio individual o de una súper feria, sino de un ánimo que se genera con apoyos sociales constantes y efectivos? ¿Lograremos algún día convencer a nuestros “representantes” y políticos que ya basta de repetir la típica y siempre presente idea mexicana de que hay que hacer cosas aparatosas y ser farol en la calle y oscuridad en la casa? ¿Convencerlos de que no es posible reparar y sanar a este país si ellos siguen haciendo siempre lo mismo, que por lo demás, ya demostró no servir?

Escritora e investigadora en la UNAM.
sarasef@prodigy.net.mx

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