Después de muchos ires, venires y decires, el Senado decidió darle la medalla Belisario Dominguez a Gonzalo Rivas, el hombre que murió mientras trataba de evitar que se incendiara una gasolinera, a una de cuyas bombas despachadoras le habían prendido fuego estudiantes como parte de una acción de protesta.

El abogado de los padres de los jóvenes de la normal de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala y personas que piensan como él, enfurecieron por este reconocimiento que aseguran, “criminaliza la protesta social”. Incluso han surgido voces que aseguran que Rivas perdió la vida de manera absurda porque hubiera podido activar no se qué sistemas de seguridad que habrían evitado el incendio.

Por su parte, los que la otorgaron aseguran que fue para reconocer a todos los héroes anónimos que dan su vida en aras de otros, algo excepcional en este mundo egoísta.

Lo que a mí me parece que esta medalla premia, es otra cosa: el reconocimiento de que los ciudadanos no somos esa masa de estúpidos que muchos creen que somos, sino que nos damos perfectamente cuenta de lo que sucede.

Me refiero a todos los que hemos tenido que soportar a los que decidieron convertir en delincuencia la protesta social y que durante meses quemaron, saquearon, bloquearon, trasquilaron, secuestraron, impidieron y destruyeron lo que les vino en gana, so pretexto de defender sus derechos y exigencias. Y el gobierno los dejó hacer siguiendo una política muy cara en términos económicos y sociales, pero muy eficaz en términos políticos, la de no confrontación y no represión, algo que ellos no reconocen, aunque sin la menor duda lo saben, como lo sabemos todos los ciudadanos.

La medalla entonces lo que viene a decir es que los ciudadanos sabemos lo que sucedió, aunque muchos crean que no porque durante todos estos meses hemos permanecido en silencio, aguantando sin chistar situaciones que nos afectan mucho.

Y que bueno que nos premien, porque este caso no es el único. Hoy por ejemplo, nos damos cuenta de los esfuerzos que hace el gobierno de Peña Nieto por convencernos de que está haciendo algo por los migrantes que viven ilegalmente en Estados Unidos frente a la amenaza del próximo presidente de ese país.

Ese algo es decirle a los paisanos que no están solos y que nuestra embajada y nuestros consulados allá los van a apoyar.

Eso está bien, pues de hecho es lo único que se puede hacer, ya que por más que insista en que no va a permitir que se pisoteen los derechos de estas personas, no tiene forma de lograrlo, pues no tiene participación alguna en la manera en que los vecinos decidan hacer las cosas. Su única posibilidad es apoyarse en los propios estadounidenses (por ejemplo los alcaldes que se han negado a lo que Trump quiere) y recurrir a la comunidad internacional.

Lo que resulta absurdo es que nos quieran engañar y que supongan que no nos daremos cuenta.

El mismo día en que se anunciaron las medidas peñistas, el gobernador de Baja California Norte, por donde serán deportados muchos, afirmó en una entrevista que las autoridades federales no lo han convocado para planear una estrategia de recepción. Y todo parece indicar que lo mismo sucede con otros gobernadores de las zonas fronterizas. Hasta hoy los únicos que han hablado de estrategias concretas son, paradójicamente, los empresarios de la maquila que está también amenazada por el electo en el país vecino.

Entonces uno no puede sino preguntarse: ¿En qué consiste la estrategia además del discurso y las declaraciones y las promesas? ¿Dónde están los planes y los dineros para las acciones concretas?

Y es que aunque nuestros funcionarios crean que les creemos que están haciendo hasta lo imposible por enfrentar este problema, los ciudadanos nos damos cuenta de que no han organizado las cosas de manera correcta y que muy probablemente nos va a pasar lo que nos pasa siempre: a ver qué pasa cuando esto pase.

Escritora e investigadora en la UNAM.
saresef@prodigy.net.mx

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