No tengo idea de quién asesora al Presidente, ni de por qué escucha a los que escucha. Lo que sí veo es que se equivoca demasiado.

Los ejemplos sobran: cuando ya se logra que el conflicto con los maestros amaine por la negociación, le echa leña al fuego diciendo que la reforma educativa no es negociable, palabras vacías porque todos vemos que está siendo negociada y que las condiciones no las está poniendo el gobierno.

Lo mismo sucede con el nuevo aeropuerto. En un articulo reciente, el presidente del Middle East Forum, escribió que la presa Motul, la más grande de Irak, fue construida en tiempos de Saddam Hussein en un lugar decidido por él, a pesar de que la empresa le advirtió que en esa zona el piso era muy poroso para poder soportar la pesada estructura de la obra en cuestión.

La presa se inauguró en 1984 y desde el primer momento, hubo que inyectarle cemento para que no colapsara. Día y noche, a lo largo de las décadas, se hizo este procedimiento, que “si bien evita el desastre, no resuelve el problema”, según un experto.

En 2014, el Estado Islámico se apoderó del lugar. Fue sólo por diez días, ya que se le expulsó, pero eso significó detener la inyección de cemento durante seis semanas, tanto por la toma misma del lugar. como por la dificultad en ese momento de proveer el material y de conseguir quién lo aplique, porque los trabajadores especializados se habían ido.

El resultado de esto fue el deterioro brutal de la estructura de la presa. Tanto, que los ingenieros especialistas consideran incluso la posibilidad de que con la llegada de los deshielos de primavera y el flujo de agua enorme que eso supone, va a colapsar por completo.

El desastre entonces sería mayúsculo, porque una ola de agua de entre 5 y 7 metros de altura, se saldría de su cauce y en unas cuatro horas, alcanzaría a la ciudad de Mosul, arrasando todo a su paso, y desde allí seguiría su carrera imparable por los valles del río Tigris hasta Bagdad, antes de dispersarse y ocasionar inundaciones en otros sitios. Además de las personas y animales que se ahogarían y de las casas que destruiría, dejaría a buena parte del país sin electricidad y en un caos total.

Lo anterior demuestra que los gobernantes muchas veces se equivocan o ponen intereses distintos por encima de lo conveniente. Esto viene a cuento porque una y otra vez se ha dicho que en los terrenos en los que se va a construir el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México hay un serio problema hidráulico. Por supuesto, el secretario del ramo dice que se va a solucionar y explica cómo se va a sacar el agua de allí y cómo todo va a quedar perfecto.

Pero la pregunta es: ¿Por qué desecar lo que está y debe estar mojado? Pelear contra el agua es algo que históricamente se ha visto que no funciona, pues ella siempre regresa. Y además, a los capitalinos nos conviene que haya agua en esa zona porque nos evita polvaredas como ya lo probamos cuando se desecó el lago de Texcoco.

El tema es la necedad. ¿No es posible para un político reconocer que se equivocó? Aceptar que se equivocó al elegir el lugar para el aeropuerto; que se equivocó al pensar que desde una oficina en la capital podía cambiarle las reglas del juego a un sindicato corporativo; que se equivocó al permitir que el candidato republicano del país vecino se apareciera en México, precisamente cuando su campaña iba de capa caída y tiene que enfrentarse con la candidata demócrata en los debates públicos. Tal vez la idea de encontrarse no era mala, pero al revés de lo que pasó con los temblores en el 85, la hora la puso el diablo.

Por supuesto, su equipo de funcionarios y su partido siempre lo defienden y hasta dicen que todo eso lo hace porque es estadista, pero ¿no habrá por allí alguno que se atreva a decir que no está de acuerdo?

Ese sería sin duda, el candidato para 2018.

Escritora e investigadora en la UNAM

saresef@prodigy.net.mx

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