A raíz de lo que escribí sobre las remesas, recibí el siguiente correo electrónico de una lectora:

“Hablaste de las divisas que mandamos los que vivimos en EU y la ayuda económica que significa. Estoy de acuerdo con todo lo que dices.  Sólo quiero agregar algunas cosas que he visto:

“1.— De repente a la gente que recibe dinero la convierten en el mayordomo de su pueblo y le obligan a gastar fortunas para festejar al santo patrono de su localidad. Y ves a los compatriotas aquí trabajando dos turnos para salir del apuro en el que los ponen sus familiares. O hacerte compadre hasta del perico y a distancia.  No importa si no puedes ir al bautizo, boda, primera comunión o presentación del niño, con que mandes el dinero ya está.

“2.— Como el servicio médico que otorga el gobierno a la población es inadecuado, la gente acude a médicos particulares. Pero  cuando un enfermo se presenta con un doctor y éste se entera que su paciente tiene parientes en EU, lo que pudiera ser un dolor de barriga se convierte en una sospecha de pancreatitis y los gastos a los que se someten los pacientes son exorbitantes.

“3. — Infinidad de familiares, en el momento que saben de un pariente que vive del otro lado, hacen pedidos de préstamos. Ese dinero jamás lo recuperan.

“4.—  El número de secuestros de personas que tienen familiares cercanos trabajando en Estados Unidos ha ido en aumento.  Y las cantidades que piden por el rescate son fuertes.  La gente aquí, desesperada, manda todo lo que tiene con tal de salvar a su familia.

“5.— Cuando las autoridades de las comunidades se enteran de que ciertos individuos tienen familiares en el norte, los acosan y encarcelan por mínimas causas, exigiendo pagos de multas de alto calibre.

“6. — Cuando los que viven acá quieren comprar tierras, animales, pequeños negocios o propiedades, el costo es severamente elevado por quienes los venden, porque consideran que al tener pariente en el norte, tiene los recursos.

“7.— Cuando una persona se decide a construir una casa en su lugar de origen, los encargados de hacerlo le suben el precio a los materiales y a la mano de obra. Si viajas por el interior del país ves casas a medio construir, que no tienen para cuándo terminar la obra, ni tienen una proporción y una adecuada instalación de nada.

“Estas son algunas de las vicisitudes que los mexicanos pasan al mandar dinero a su familia. Y hasta el momento no he leído que alguien hable al respecto. Bien dices que gracias a eso la gente sale adelante sin la ayuda del gobierno, eso es admirable, pero también se aguanta el abuso que vive por parte de otros compatriotas”.

Lo anterior pone en evidencia cuatro cosas terribles:

A.— Que por donde sea que se apriete sale la pus. No se salva nada ni nadie en este país nuestro.

B.— Que las cifras, estadísticas y estudios son maneras de ver la realidad que no la recogen del todo. Cuando dije que las remesas salvan a las familias, estaba basándome en los datos. Ahora puedo decir también que afectan a las familias porque las meten en una cadena de extorsiones y abusos.

C.— Que los malos de la película no son solamente el gobierno y las policías como nos gusta creer, sino que toda la sociedad está involucrada en la extorsión, el abuso y la corrupción. Por eso no se puede acabar con esas lacras.

D.— Que como me escribe la misma lectora: “Uno se olvida que un jornalero mexicano gana al día 50 pesos, es decir tres dólares, que hay familias que viven con mil 500 pesos al mes, es decir menos de cien dólares. Por eso, en cuanto las familias reciben 200 dólares mensualmente, dejan de trabajar. Y le dicen a sus parientes en el norte: ‘con lo que tú mandas nos alcanza’. Se ha ido creando una sociedad parásita que vive a expensas del que se fue al exilio”.

En el tiempo que llevo de correspondencia con mis lectores, este es el correo electrónico más doloroso que he recibido, porque hace trizas cualquier esperanza sobre nuestra sociedad.

Escritora e investigadora en la UNAM.

sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com

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