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Hace algunas semanas, unos sesenta intelectuales, científicos y académicos de América Latina publicaron una “carta abierta”, para denunciar al magnate Donald Trump, aspirante a la candidatura republicana a la presidencia de Estados Unidos, por su discurso xenófobo y racista sobre los migrantes latinoamericanos y mexicanos que viven en ese país y sus amenazas de expulsarlos y de construir un gran muro (o mejor dicho: de acabarlo de construir) en la frontera con México.
Además de eso, la carta agrega algunos comentarios que se refieren a si ese sujeto trata bien o mal a sus oponentes políticos o si a algunos estados de Estados Unidos les resultaría catastrófica la expulsión de los mexicanos por el tipo de trabajos que desempeñan.
A decir verdad, lo que dice la carta ya lo conocemos más que bien, pues tanto el discurso de Trump como las denuncias sobre él, tienen varios meses circulando. Y por lo que se refiere a los agregados, pues a nosotros ¿eso qué? Son problemas de los estadounidenses, no nuestros.
El objetivo de la dicha carta, según afirmó uno de los firmantes en entrevista, es evitar que las personas de origen hispano y los liberales voten por ese señor, y convencer a los indecisos de lo mismo.
Sin embargo, no veo cómo lo pueden conseguir. Porque cuando una cadena de televisión anuncia que no hará ningún negocio más con ese individuo, o cuando un artista conocido (como hicieron recientemente los Tigres del Norte y Maná en los Grammy Latinos) conmina a los hispanos a no votar por él, están haciendo acciones específicas que pueden tener resultados concretos. Pero los intelectuales de la carta, ¿a quién le hablan?
Lo suyo es un pronunciamiento de gente famosa (que por ese sólo hecho llamó la atención de algunos medios de comunicación latinoamericanos y españoles), que sin embargo, no tiene ningún peso ni importancia para quienes van a decidir sobre el próximo candidato del Partido Republicano y sobre quienes van a votar por el próximo presidente de Estados Unidos.
Para que eso sucediera, los firmantes tendrían que ser escuchados por los hispanos y los liberales y los indecisos a los que dicen dirigirse. Y ello requeriría hacerse presente en actos masivos y en los medios de comunicación que esos sectores de la población frecuentan, organizar grupos de trabajo para difundir la idea y para cabildear y trabajar entre la sociedad norteamericana que puede pararlo con el voto.
Y es evidente que esto no lo van a hacer, porque no tienen cómo hacerlo. Y porque como dijo uno de ellos, no tienen dinero siquiera para publicar la carta en algún diario importante de aquel país.
Entonces, me parece que la carta está más bien hecha para hablarnos a los latinoamericanos y decirnos la posición que tienen estos personajes.
Eso está bien, porque no se pueden dejar pasar estas cosas y hay que pronunciarse, lo cual es una tradición nuestra que nació en la segunda mitad del siglo pasado y que hasta el día de hoy se sigue, por eso todos los días tenemos pronunciamientos y los intelectuales firman cartas y manifiestos sobre esto y aquello, pero una cosa es asentar las inconformidades y no quedarse callado y otra es pensar que eso va a servir a su objetivo concreto.
Y eso nomás no va a suceder. Porque los que hemos leído esa carta, aunque estamos convencidos de lo peligroso que es ese señor, no vamos a tener nada que ver en las elecciones en ese país.
De modo pues, que se trata de un escrito para los latinoamericanos y no para los estadounidenses. Y de un escrito que se suma a la única posición posible frente a un discurso de este tipo, pero que no por eso logrará convencer a quienes están de acuerdo con él. Y de un escrito para reiterarnos quiénes son las celebridades intelectuales en nuestros países, pero no para detener al señor Trump. Eso no podemos hacerlo, aunque sin duda es lo que quisiéramos.
Escritora e investigadora en la UNAM.
sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com