El pasado 17 de abril, el rector de la UNAM anunció una serie de foros sobre algunos de los problemas que aquejan al país, con el objetivo, según dijo, de generar un espacio de diálogo, reflexión y propuestas, para presentarlas a la sociedad.

Dichos problemas son: seguridad, economía, cambio climático, educación, ciencia, tecnología e innovación en un mundo globalizado, democracia y participación ciudadana, comercio exterior, derechos humanos y equidad, migración y repatriación, seguridad alimentaria, política exterior, el agua y las energías sustentables.

Todo esto suena muy bien. A fin de cuentas, uno de los objetivos de nuestra más importante universidad pública, consiste precisamente en investigar, debatir y proponer soluciones para enfrentar los problemas y desafíos que nos aquejan como nación.

Sin embargo, a mi parecer, hay en este esfuerzo dos fallas enormes.

La primera, que se deja de lado lo principal, pues por excelente que sea cualquier propuesta, no podrá funcionar si no se la considera en relación con la sociedad a la que va dirigida. Y en los foros no se está analizando a la sociedad mexicana de manera concreta y con sus enormes diferencias en el territorio nacional. Se habla de una sociedad imaginaria o de la que quisiéramos tener, pero no de la realmente existente.

Entonces, ¿de qué sirve hacer propuestas contra la violencia, a favor de la educación, para cuidar los recursos naturales, de participación ciudadana, contra la corrupción, si la sociedad no las asume? De hecho, esto es lo que ha venido sucediendo en los últimos tiempos: los ilustrados proponen, los políticos disponen y los ciudadanos no aceptan. Y entonces o la(s) combaten abiertamente o ni se dan por aludidos.

Cuando el rector afirma: “El país requiere un cambio de rumbo en torno a los desafíos de los tiempos actuales (y) se precisan nuevos cursos de desarrollo”, ¿a quién le habla?, ¿a los que diremos que sí?, y, ¿qué pasa con los que no están de acuerdo?, ¿con los que se han negado reiteradamente a los cambios y a los nuevos cursos de desarrollo?, ¿con esa parte de la sociedad mexicana que sigue talando bosques, negándose a que se modifique la legislación laboral o los contenidos educativos, tirando la basura en cualquier parte, indiferente a las elecciones, imposibilitada a acceder a las propuestas de innovación tecnológica o negándose de plano a ellas como ha sucedido con la construcción de carreteras y presas, con las energías alternativas, con las vedas a la pesca?, ¿con quienes depredan sin importarles las consecuencias, como las empresas que están destruyendo el Caribe, Baja California, la capital?, ¿con quienes tiran el cuerpo de una joven mujer en Ciudad Universitaria?

Allí está esa enorme parte de la sociedad que solo ve su interés concreto e inmediato, o que no está dispuesta a aceptar ningún cambio en sus costumbres y modos de funcionar, o que tiene otras formas de entender lo bueno y malo, justo o injusto, correcto y equivocado, como se puede ver en el conflicto entre los sindicatos corporativos de corte tradicional y el gobierno con afanes modernizadores y en la guerra contra la delincuencia destinada al fracaso mientras las familias la apoyen, a esa parte de la sociedad que usa la violencia como modo de vida, por solo poner algunos ejemplos.

Y esto no se está atendiendo, siendo que a final de cuentas, es lo único que le puede dar sentido y utilidad a los foros.

De allí deriva la segunda falla: afirmar que las propuestas se le van a entregar a la sociedad. ¿A cuál sociedad? ¿A la de los académicos, a la de los políticos, a la de los militantes de algún grupo o causa, a la de los delincuentes?

México no es una sola sociedad y para que propuestas de esta envergadura puedan ponerse en práctica, hay que ser más específicos sobre quién deberá echarlas a andar, quién va a vigilar que se cumplan y quién va a evaluar si funcionaron.

Escritora e investigadora en la UNAM.
sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.c om

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