Desde que el ser humano adquirió la capacidad para fabricar y utilizar sus propias herramientas, esta habilidad le ha servido para aprovechar mejor los recursos ambientales a su alcance. Ello, aunado a las capacidades intelectuales de la especie y a su deseo por explorar, nos ha llevado a ser los organismos colonizadores por excelencia en todos los ambientes del planeta. Sin embargo, todo crecimiento poblacional está limitado por la disponibilidad de recursos, y es justo ahora que el Homo Sapiens se está acercando a ese punto álgido en su historia, en el que debemos preguntarnos cómo seguir avanzando en el camino de la modernidad sin comprometer la calidad ni la disponibilidad de los recursos que han de sostener a las futuras generaciones.
Desde la década de los años sesenta del siglo pasado, la preocupación por buscar alternativas sustentables para seguir mejorando las condiciones de vida de las personas y promover el crecimiento y el desarrollo, ha venido en aumento; y cada vez es más claro que esto no puede lograrse si no es por el camino de la ciencia, la tecnología y la innovación.
En países como Estados Unidos, la iniciativa privada es quien ha tomado la delantera con la fundación de empresas como SpaceX, Tesla Motors y SolarCity, encabezadas por Elon Musk, quien ha declarado que su interés principal es asegurar un mejor futuro para la humanidad y crear las condiciones materiales para la conquista de otros planetas. Con Tesla Motors y SolarCity, pretende revolucionar el transporte en Estados Unidos mediante la distribución de automóviles eléctricos, cuya recarga de energía es gratuita para los usuarios; mientras que con SpaceX busca crear naves espaciales reusables que puedan transportar personas y mercancías fuera del planeta Tierra y regresar a salvo a una estación de aterrizaje ubicada en el estado de Texas.
En un libro publicado este mismo año por Harper Collins (Elon Musk. Tesla, SpaceX and the Quest for a Fantastic Future) —que me regaló el doctor Gual Castro, un gran médico dedicado al estudio y la promoción de los derechos reproductivos de las mujeres— el periodista Ashlee Vance documenta la trayectoria del físico y empresario de origen sudafricano, cuya inspiración para crear estas compañías fueron los libros y cómics de ciencia ficción que leyó en su infancia. En palabras del propio Musk, “en los cómics siempre tratan de salvar al mundo. Y parecería entonces que uno debería tratar de hacer del mundo un lugar mejor, porque lo contrario no tiene sentido”.
Las probabilidades de éxito de las empresas de Musk —en especial la colonización de otros planetas en el futuro cercano— pueden ponerse en duda, pero lo que es innegable es que es precisamente este ánimo por innovar, por utilizar la ciencia y la tecnología para bien de la humanidad, lo que debe guiar nuestros esfuerzos en los años venideros.
En México, las mayores aportaciones al desarrollo de la ciencia y la tecnología se hacen desde las universidades públicas, cuya calidad educativa y de investigación es indiscutible y se encuentra entre las mejores del mundo. Sin embargo, sus proyectos, que surgen en respuesta a las problemáticas nacionales, siguen sin recibir el apoyo prioritario que merecen. Es por ello que hoy, más que nunca, es necesario doblar los esfuerzos por impulsar la educación científica y tecnológica, laica y de calidad que el país merece; promoviendo, al mismo tiempo el desarrollo de proyectos innovadores que respondan a las necesidades actuales. Sólo así podremos seguir avanzando en el camino del bienestar y el desarrollo.
Directora de la Facultad de Ciencias de la UNAM