La situación en la que nos encontramos, en México y el mundo, en cuanto a la construcción de la igualdad de género en los espacios de investigación e innovación científico-tecnológica aún está lejos de ser no la deseable, sino la mínima aceptable.
Más allá de los avances en la representatividad del género femenino en las diversas actividades científicas, y de los importantes cambios en las políticas de las distintas instituciones dedicadas a la producción de conocimiento en México (p.e. la reforma del artículo 42 de la Ley de Ciencia y Tecnología), las mujeres seguimos estando subrepresentadas en el espacio académico, como en muchos otros. Y esto es resultado de un tipo de discriminación que se traduce en la invisibilidad de las mujeres, de sus contribuciones y necesidades, en el quehacer científico y en el sistema de investigación e innovación nacional.
Razón de esto puede ser que las políticas gubernamentales en el rubro no han considerado las necesidades específicas de las mujeres, así como la falta de medidas efectivas que equilibren la participación de hombres y mujeres en los espacios laborales y en todos sus niveles.
Ejemplos de esta inequidad se ven en la Academia Mexicana de Ciencias que con 2 mil 570 integrantes sólo cuenta con 615 mujeres; en el bajo porcentaje de investigadoras en el Sistema Nacional de Investigadores, que disminuye conforme avanza el nivel (de los 23 mil 316 miembros actuales del SNI, las mujeres sólo son 8 mil 160, el 35%), o el que, de acuerdo con el Foro Económico Mundial, México ocupe el lugar 80 sobre la brecha entre los géneros de las 142 economías medidas y no aparezca entre las 15 naciones latinoamericanas mejor posicionadas.
Ahora bien, la desigualdad de género en el ámbito científico-tecnológico es un fenómeno mundial, no exclusivo de México, que ha dado lugar a importantes esfuerzos internacionales para revertirlo. Ejemplo de ello es el Manifesto for Integrated Action on the Gender Dimension in Research & Innovation in Europe, 2011, promulgado por el proyecto “GenSET-gender in science” y las “Cumbres de género europeas” bajo los lemas “Diálogo y acción por la igualdad de género en la investigación científica europea de excelencia”, e “Investigación e innovación de calidad a través de la igualdad”.
El manifiesto enlista ocho pasos considerados necesarios para revertir la desigualdad de género. Resumo algunos:
Reconocer que los Programas Marco de la Unión Europea han fallado en beneficiar a las mujeres en la misma medida que lo han hecho para los hombres; Alejarse de los modelos tradicionales de producción de conocimiento, unidisciplinares y con un modelo profesor-estudiante, para transitar hacia sistemas cooperativos abiertos que valoren equitativamente la contribución de todos los involucrados y promuevan la formación de equipos balanceados en cuanto al género; Evaluar justamente a todas las personas pues las influencias culturales y los estereotipos de género aún inciden en las promociones y contrataciones; Incluir en planes y programas científicos de estudio, de todos los niveles educativos, las evidencias de cómo el género moldea y es moldeado por la ciencia; Crear en universidades y centros de investigación una cultura de trabajo no elitista y flexible que apoye equitativamente el desarrollo profesional de mujeres y hombres, y permita combinar las aspiraciones laborales con las personales; y, promover la colaboración entre escuelas, alumnos y universidades para atraer un mayor número de mujeres a las carreras científicas y tecnológicas.
Hay la necesidad urgente de una intervención pública integral dirigida a eliminar los obstáculos que se oponen a la igualdad, real y efectiva, entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de la vida. Lo que redituaría en un sustancial impulso al desarrollo de las naciones y su progreso por medio de la producción de nuevos conocimientos y en el proceso civilizatorio de nuestra sociedad.
Directora de la Facultad de Ciencias de la UNAM