Si analizamos la situación actual de las mujeres mexicanas en todas las esferas de la realidad social, incluida la del quehacer científico, nos daremos cuenta que seguimos siendo una colectividad proverbialmente machista, patriarcal y hondamente desigual. En lo que aquí nos interesa, el espacio académico y científico, las mujeres seguimos estando altamente sub-representadas. Lo anterior se confirma con los datos arrojados por la propia Academia Mexicana de Ciencias, donde vemos que: de sus 2 mil 570 integrantes, sólo 615 son mujeres. Esto es, menos de 25%; De hecho, actualmente las mujeres representan menos de 14% de los mil 229 miembros de la Academia consagrados a la investigación en ciencias exactas, aproximadamente 28% de los 822 académicos dedicados a las ciencias naturales, y 40% de los 519 enfocados a las ciencias sociales y humanidades.

Por otra parte, el porcentaje de mujeres pertenecientes al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) también es bajo y disminuye conforme avanza el nivel. De un total de 23 mil 316 investigadores inscritos en el SNI este año, las mujeres representan tan sólo 35%, siendo éstas 8 mil 160 investigadoras frente a 15 mil 156 hombres. Amplia diferencia que se repite en todos los niveles, desde el de Candidato, donde desde 2011 la presencia femenina ha rondado 40%, hasta el Nivel 3 donde sólo hay 420 mujeres frente a los mil 582 hombres. Esto es, las mujeres con el mayor rango en nuestro Sistema Nacional de Investigación representan apenas 26.5% del total.

Cabe decir que otras academias del mundo presentan todavía mayor disparidad, por ejemplo la Royal Society de Londres, la National Academy of Sciences de Estados Unidos, la Academia de Ciencias de Brasil, el Consejo de Ciencia de Japón y la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España, lo que queda asentado en un estudio del Foro Consultivo Científico y Tecnológico A.C. que, lejos de eximirnos, nos ayuda a ubicarnos y ver que la discriminación e inequidad de género en las academias sigue siendo un asunto generalizado.

En cuanto a las mujeres con estudios de posgrado tenemos que, en México, el promedio de graduadas de doctorado ha sido de aproximadamente 56% en los últimos años (muy similar a los casos de Argentina, Brasil y España), pero menos de 40% de las mujeres doctoradas trabajan en áreas de investigación, siendo así México el país con el menor porcentaje de doctoras que laboran en el sector científico. Una sub-representación que se replica a nivel internacional y que ha sido señalada por el Instituto de Estadísticas de la UNESCO.

Datos de los últimos 5 años señalan que las mujeres representan sólo un cuarto de los investigadores en el mundo, alrededor de 10% de los profesores universitarios de carrera y menos de 5% de los miembros de las academias de ciencia. A lo que hay que agregar su casi ausencia de los Premios Nobel científicos, con menos del 3% histórico. De manera sorprendente e inusitada, el presidente de Estados Unidos firmó dos leyes la semana pasada para promover la participación de las mujeres en los campos de ciencia, tecnología, matemáticas e ingeniería. Esperemos ver cómo reaccionan las científicas de dicho país, pues esta medida, que sin duda parece un excelente avance, es contradictoria con actitudes previas en contra de las mujeres.

Para seguir avanzando en ciencia, tecnología e innovación es necesario reconocer que las mujeres representan un enorme potencial como fuerza de trabajo, que actualmente se encuentra subutilizado. Abrir las puertas de la ciencia a las mujeres significará contar con mayores recursos para resolver los problemas más apremiantes que aquejan a la humanidad. Es imperativo seguir trabajando para que las científicas puedan insertarse en el campo laboral y ejercer la profesión para la cual se han formado, con remuneraciones iguales a las que obtienen sus contrapartes masculinos y con las mismas oportunidades de crecimiento.

Directora de la Facultad de Ciencias de la UNAM

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