Desde el surgimiento del pensamiento moderno, la pregunta de cómo se construye el conocimiento científico ha sido objeto de análisis para filósofos, historiadores e incluso para los propios científicos. Uno de los avances más notables a este respecto se dio con la publicación en 1962 de La estructura de las revoluciones científicas, de Thomas Kuhn.

En dicha obra, Kuhn defiende la idea de que la ciencia se desarrolla en dos etapas: la de la ciencia normal y la revolucionaria. La primera se caracteriza por la acumulación del conocimiento dentro de los cauces establecidos por la comunidad científica; mientras que en la segunda se rompen estos causes y se establecen nuevas concepciones teóricas y metodológicas. Dichas concepciones sobre la naturaleza —teorías y conceptos— y la forma en la que se llega a ellas —métodos— constituyen aquello que Kuhn llama paradigmas. En la ciencia normal se trabaja desde un paradigma, sin embargo, cuando un nuevo paradigma rebate los planteamientos teóricos y metodológicos aceptados, se da lo que se conoce como cambio de paradigma, que sería fruto, así, de la ciencia revolucionaria.

Que un paradigma sustituya otro implica que la comunidad científica acepte y adopte sus planteamientos teóricos y metodológicos para indagar sobre la fracción de la naturaleza que le corresponde, sea ésta física, biológica o de otra índole. Se entiende por ésto que es el consenso de la comunidad científica lo que define si las nuevas teorías son constitutivas de un paradigma o no. Es decir, el proceso de validación del conocimiento científico se da por medio del consenso de la comunidad científica. Esto es importante porque significa que el conocimiento no es válido en sí mismo, sino que necesita ser validado por la comunidad de especialistas que dominan la disciplina donde se enmarca el nuevo conocimiento. Por esta razón es que todo nuevo conocimiento generado es sometido a la revisión entre pares, que serán quienes definan si éste corresponde o no con el paradigma desde el cual se está trabajando y, por ello, si se acepta o rechaza su estatus de validez.

Para Kuhn, el periodo de ciencia normal consiste en la investigación basada, sin cuestionamientos, en los paradigmas aceptados para la resolución de preguntas acerca de la naturaleza. Este periodo es acumulativo y pretende la extensión continua del alcance y la precisión de los conocimientos científicos. Sin embargo, durante este proceso se encuentran anomalías, que son enigmas que no pueden ser resueltos satisfactoriamente desde el paradigma imperante. Si las anomalías se acumulan, se genera una crisis, que da lugar al periodo de la ciencia revolucionaria (o ciencia extraordinaria). En este periodo se busca producir mejoras teóricas y metodológicas que permitan dar cuenta de las anomalías. La revolución (el cambio) concluye cuando lo anormal se ha convertido en lo esperado. En este sentido, puede haber revoluciones que afecten sólo a un sector de la ciencia y revoluciones mucho más amplias (poco comunes), como fueron, por ejemplo, la revolución copernicana en Física y la revolución darwiniana en Biología. En ambos casos, se pasó a un modelo más abarcador desde el cual se podían explicar mejor los movimientos de los cuerpos celestes, en uno, y la diversidad y origen de los seres vivos, en otro.

En suma, podemos decir que un paradigma desplaza a otro si es capaz de explicar una gama más amplia de fenómenos naturales o de explicar con mayor precisión fenómenos previamente conocidos. De manera que aun cuando se producen revoluciones, en la generación del conocimiento científico nunca se comienza de cero, sino que siempre se parte de los trabajos previos.

El trabajo de Thomas Kuhn fue el primero de muchos que se desarrollarían en los 50 años siguientes a su propuesta para dar cuenta del proceso de construcción del conocimiento científico, pregunta que, desde luego, sigue vigente.

Directora de la Facultad de Ciencias de la UNAM

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