Desde el surgimiento de los primeros seres orgánicos en los mares primitivos hace aproximadamente 3 mil 800 millones de años, la vida en la tierra se ha diversificado, adoptando una infinidad de formas y estrategias para asegurar la supervivencia y la reproducción de los organismos. En animales, dos de las estrategias más importantes son tener un gran número de descendientes, o tener pocos y cuidarlos. En la mayor parte de invertebrados y en muchas especies de vertebrados —como anfibios, peces y reptiles— la apuesta ha sido tener tantas crías como sea posible, ya que sólo unos cuantos llegarán a la edad adulta; en contraste, las aves y los mamíferos favorecen el cuidado parental para asegurar que los descendientes vivirán lo suficiente para reproducirse. También hay otras estrategias que no incluyen cuidado parental, pero en donde la progenitora busca condiciones muy especiales para sus crías; tal es el caso de la avispa esmeralda, cuya estrategia es una de las más fascinantes y terroríficas del reino animal. Y es que, de acuerdo con la investigadora Christie Wilcox (Zombie neuroscience, Scientific American, Agosto 2016), la avispa esmeralda consigue una cucaracha hospedera para su cría y utiliza un veneno neurotóxico para despojarla de su voluntad. Una vez intoxicada, la cucaracha —que ya no muestra “temor” ni huye en busca de resguardo— acompaña a su captora a un escondite, que pronto se convertirá en la celda que habitará hasta que la larva de la avispa emerja de su propio cuerpo, donde la madre ha depositado el huevo, y se alimente de ella mientras todavía vive, sin que ésta oponga resistencia alguna.

Los neurotóxicos son sustancias químicas que generan efectos adversos en el sistema nervioso y se encuentran, por ejemplo, en el veneno de diversas especies de serpientes y arañas. Por lo regular, los neurotóxicos cumplen la función de paralizar o matar a la presa; sin embargo, en el caso de la avispa esmeralda, su función es mucho más compleja. De acuerdo con Wilcox, para que los compuestos del veneno de la avispa surtan efecto, deben inyectarse directamente en sitios específicos del cerebro de la cucaracha, por lo que ésta recibe dos piquetes: el primero sirve para paralizar a la víctima, mientras que el segundo implica que la avispa busque con su aguijón dentro de la cabeza de la cucaracha hasta encontrar el punto específico de la inyección, que convertirá a la víctima en su fiel esclava.

Inmediatamente después de ser infectada, la cucaracha se limpia obsesivamente, como consecuencia del aumento en su cuerpo de la cantidad de dopamina, un compuesto químico relacionado con el placer —en el cerebro humano hay una fuerte presencia de dicha sustancia durante el enamoramiento o después de hacer ejercicio—. Terminado el proceso de infección, el destino de la cucaracha está sellado. El efecto del veneno en su cuerpo tendrá una duración de una semana, que aun sin la presencia de la astuta madre —que deja su puesta pegada a la pata de la víctima— bastará para que el huevo eclosione y se alimente de ella. Tristemente para su especie, las cucarachas infectadas viven más, ya que el veneno reduce sus procesos metabólicos y mantiene la hidratación del cuerpo, de manera que la joven larva pueda contar con una comida fresca y de primera calidad apenas salga del huevo.

Como la avispa esmeralda, más de 130 especies del mismo género utilizan alguna variación de esta estrategia, que si bien a primera vista puede infundir terror y prestar a la imaginación material suficiente como para haber inspirado las películas de la saga de Alien —como menciona Wilcox—, no es sino una fascinante estrategia que algunas madres del mundo animal realizan para procurar a sus crías el mejor medio posible para su sobrevivencia y desarrollo.

Directora de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México

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