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Ante los múltiples avances científicos y tecnológicos que ha visto el último siglo y los enormes beneficios que ésto ha traído a la humanidad, la investigación científica se devela como una actividad fundamental para mejorar la calidad de vida de las personas. Es gracias a la investigación que hemos podido ampliar nuestro conocimiento de la naturaleza humana y desarrollar nuevos tratamientos para diversas enfermedades; sin embargo, existen áreas que invitan a la ciencia a realizar un ejercicio de reflexión profunda sobre su propio quehacer.
Con el desarrollo de las técnicas de fertilización in vitro a principios de la década de 1970, dio inicio un intenso debate entre el público y las comunidades científicas —así como al interior de éstas— sobre si dichas investigaciones debían o no ser permisibles. Fue hasta 1979 que se estableció un consenso en Estados Unidos para permitir la investigación en embriones humanos hasta 14 días después de la fertilización. Este es el punto en el que se forma en el embrión la línea primitiva, que marca el eje que determina dónde se desarrollará la cabeza, y el momento en el que el embrión ya no puede dividirse en dos conjuntos independientes, lo que en su caso daría lugar a la formación de gemelos monocigóticos. Desde entonces, la regla de los 14 días se ha incorporado en la legislación de 12 países y se recomienda en otros cinco, entre los que se encuentran China e India. Así lo afirman Isoo Hyun, Amy Wilkerson y Josephine Johnson, en un comentario publicado en la revista Science la semana pasada, en el que recomiendan revisar la regla de los 14 días, con el fin de discutir su ampliación.
De acuerdo con los autores, la regla de los 14 días se implementó para abrir nuevos horizontes a la investigación en embriones humanos y se mantuvo vigente durante casi 40 años porque era imposible romperla, dado que los embriones humanos se implantan en la pared del útero alrededor de los siete días, y hasta hace poco ningún equipo había logrado mantener un embrión con vida más allá de los nueve días. Sin embargo, dos grupos reportaron recientemente haber podido mantener vivos a los embriones por 12-13 días utilizando medios artificiales. Ambas investigaciones se detuvieron en este punto para respetar la normatividad vigente, pero de haber continuado —señalan los investigadores— se abrirían nuevos horizontes para el entendimiento del desarrollo embrionario en humanos, lo cual es, sin duda, una tarea urgente.
Si bien es cierto que muchas preguntas sobre el desarrollo embrionario en humanos requieren de estudios como éstos para su respuesta, el reto para los expertos, tanto en ciencias como en humanidades, será emprender una reflexión profunda sobre la ciencia y sus alcances. No obstante, no cabe duda que expandir o mantener el límite reglamentario requerirá de un debate extenso e informado.
Directora de la Facultad de Ciencias de la UNAM