A partir del planteamiento del evolucionismo darwiniano la competencia entre individuos de la misma especie se ha considerado como una relación biótica fundamental en el proceso evolutivo, e indiscutiblemente lo es. Sin embargo, hay que insistir en que otras relaciones entre organismos son también fundamentales en el proceso de transformación de las especies. Un caso de gran interés es la simbiosis, que es la relación que se da entre dos organismos, en la que ambos obtienen beneficios que superan el costo de la cooperación. En términos evolutivos, esto significa, para cada organismo, que la relación con el otro le provee de mayores posibilidades de transmitir sus características a la siguiente generación. Este tipo de relación ha dado lugar a eventos de macroevolución como el surgimiento de las células eucariontes.
Fue en la década de 1960 cuando Lynn Margulis elaboró la teoría endosimbiótica del origen de los organelos celulares de los eucariontes, ya que encontró evidencias relevantes (por ejemplo que dichos organelos tienen su propia maquinaria genética) de que la simbiosis dio origen a los cloroplastos y las mitocondrias, que surgieron cuando un organismo unicelular comenzó a habitar dentro de otro (endosimbiosis), dotándolo de características que antes no tenía, como la fotosíntesis llevada a cabo por los cloroplastos (originados por cianobacterias) o la respiración por las mitocondrias (que surgieron de bacterias).
Sin embargo, y pese a su enorme importancia para la vida en el planeta Tierra, es poco lo que se conoce sobre cómo surgieron y evolucionaron este tipo de relaciones simbióticas. Una alternativa interesante es la que se expone en el artículo The birth of cooperation, publicado en la revista Science del mes de julio de 2014, donde a partir de otro artículo que aparece en el mismo número (a cargo de Erick Hom y Andrew Murray, de la Universidad de Harvard) se analiza una alternativa a la visión tradicional que supone que dos organismos evolucionan juntos por la influencia mutua del uno sobre el otro (coevolucionan) y ambos reciben beneficios. Esta alternativa, propuesta por el ecólogo Daniel Jenzen, considera que uno de los organismos involucrados está utilizando una estrategia de oportunismo ecológico (gracias a plasticidad genética).
Al estudiar la relación entre un alga y una levadura, Hom y Murray encontraron evidencias que apoyan la teoría de Jenzen. Mostraron que entre los posibles orígenes de la simbiosis se encuentran tanto relaciones inicialmente antagónicas como relaciones inicialmente mutualistas. Es decir, relaciones como el parasitismo o la que lleva a una especie a esclavizar a otra pueden a lo largo de un proceso de coevolución convertirse en una relación no sólo de beneficio para ambas sino de dependencia estricta mutua, esto es simbiótica. Parece imposible que una relación inicialmente de parásito-hospedero pueda convertirse en una simbiosis pero hay muchos casos en que ha ocurrido, tal vez los billones de bacterias que habitan en nuestro cuerpo y que nos son indispensables para sobrevivir tuvieron ese origen.
A quienes deseen conocer más sobre las relaciones simbióticas les recomiendo echar un vistazo al artículo ¿Es una planta, un animal o un… Holobionte? publicado en la revista Ciencia y Desarrollo, como un primer acercamiento a las asociaciones que se pueden dar entre los organismos vivos y su importancia para la vida y la salud humanas. Los interesados pueden consultar el texto de manera gratuita en www.cyd.conacyt.gob.mx/272/articulos/planta-animal-u-holobionte.html.
Directora de la Facultad de Ciencias de la UNAM