El papa Francisco ha hablado claro contra la exclusión social. Ha denunciado el despojo contra los pueblos indígenas. Recupera la tradición profética latinoamericana en Chiapas, donde se le comprende porque ha florecido por décadas.

Su mensaje tiene un claro contenido social. Su homilía en San Cristóbal de las Casas además está cargada de simbolismos, que vale la pena comprender. Desde el corazón de la diócesis de Samuel Ruiz, pastor y profeta, el Papa inició su mensaje con palabras muy familiares para esa audiencia: el Éxodo y el Popol Vuh.

Las primeras frases de la homilía se basan en el libro del Éxodo. Resumo: Dios entregó la Ley a su pueblo para vivir con dignidad. El pueblo había experimentado la esclavitud y el despotismo del Faraón (símbolo de todos los poderes opresores), hasta que Dios dice: “¡No más!”. ¡Basta! He visto su aflicción, he oído su clamor.

Luego cita el Popol Vuh: “El alba sobrevino sobre todas las tribus juntas. La faz de la tierra fue saneada por el sol”. Y explica: “El alba sobrevino para los pueblos que una y otra vez han caminado en las diversas tinieblas de la historia”.

Este mensaje de una realidad distinta se inserta en la tradición profética de la Iglesia latinoamericana. La tradición profética incluye una denuncia de la realidad presente y un anuncio de un futuro posible distinto. Tanto la denuncia como el anuncio se fundamentan en un ideal, el Plan de Dios para “sus hijos”.

El Papa no está hablando “del más allá”, ni de la intimidad de las almas. La reducción individualista de la fe no es parte de la doctrina de la Iglesia. Tampoco la evasión a “otro mundo” atemporal. En la teología cristiana, la presencia del “Reinado de Dios” desde la historia presente no es contradictoria con la salvación eterna. Por el contrario, es su complemento esencial.

Por eso, el mensaje del papa Francisco tiene repercusiones para nuestra nación. No pretende ofrecer una solución técnica y mucho menos un programa político frente a los problemas que vivimos. Lo que ofrece es un conjunto de valores y criterios que permiten a cada persona orientar su visión y buscar opciones para llevarlos a la práctica.

El Papa se rebela e insta a rebelarse frente al desánimo y la pasividad. Este llamado es de los más urgentes en nuestro contexto: “De muchas maneras se ha querido silenciar este anhelo, de muchas maneras han pretendido anestesiarnos el alma, de muchas formas han pretendido aletargar y adormecer la vida de jóvenes y niños con la insinuación de que nada puede cambiar o que son sueños imposibles”.

¿A qué anhelo se refiere? “Una tierra, un tiempo, en donde la desvalorización (de las personas) sea superada por la fraternidad, la injusticia sea vencida por la solidaridad y la violencia sea callada por la paz”.

El Papa, incansable defensor de un nuevo modelo de desarrollo no depredador de la naturaleza ni explotador de las personas, reconoce que los pueblos indígenas tienen en su cultura mucho que enseñarnos. Porque saben cómo relacionarse de manera más armónica con la naturaleza.

Y por eso denuncia: “Sin embargo, muchas veces, de modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, su cultura y sus tradiciones. Otros mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las han contaminado. ¡Qué tristeza!”

Espero muchos escuchen este llamado contra la “cultura del descarte”. Quienes aspiramos a una sociedad incluyente, que no despoje, que no excluya, que no discrimine, tenemos mucho qué hacer.

Por lo pronto, las comunidades indígenas ahí presentes, la “Iglesia bonita y sencilla, semilla del Reino, corazón del pueblo” como decía el canto de entrada, escucharon y entendieron el mensaje. Lo aplaudieron. Y adoptaron al Papa como “Tatic Francisco”.

Consultor internacional en programas sociales

@rghermosillo

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