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Desde la invasión estadounidense a Irak en 2003, noticias de actos de violencia y tragedias humanas en el Medio Oriente son rampantes. Ataques en contra de fuerzas aliadas en Irak fueron seguidos por represalias militares y la opresión de la población, donde los civiles son las víctimas principales.
Actos de venganza en contra de los símbolos del antiguo régimen generaron toda clase de explosiones en las calles, mercados y centros religiosos de ciudades iraquíes.
Las actividades y los abusos de las milicias abrieron paso a la división entre sunitas y chiítas. Influencias externas ayudaron a encender enemistades entre componentes del mismo país con el fin de ampliar la brecha entre ellos y promover intereses foráneos.
La violencia y el terror fueron los medios para los objetivos políticos.
Cuando empezó el levantamiento sirio en marzo de 2011, la gente pedía algunas reformas para restaurar la democracia y la dignidad después de largos años de dictadura. La respuesta violenta del régimen apuntaba a reprimir el movimiento al instante, pero la escalada continuó por parte de ambos bandos y el número de víctimas asesinadas ha alcanzado un cuarto de millón de sirios, más de diez millones de desplazados dentro del país y cuatro millones de refugiados en países vecinos. Nuevamente, la violencia y el terrorismo fueron cometidos por todos los bandos con fines políticos.
Posteriormente llegó el Estado Islámico, cuya naturaleza y actos terroristas provocaron una respuesta internacional después de sus crímenes publicados y prácticas atroces. Su terror apunta primeramente a la creación de una nueva entidad en Siria e Irak y, a continuación, en todos los países musulmanes.
Es un monstruo utilizado durante un tiempo por un poder regional y durante otro por sus oponentes.
A pesar de toda la propaganda y el bombardeo aéreo por la coalición internacional, sigue fuerte y en expansión. Algunos ven en la organización terrorista un factor eficiente para trazar nuevas fronteras en el Levante en el gran plan del Nuevo Medio Oriente. El terror se volvió predominante en las políticas de las naciones.
En la Cisjordania ocupada, otro acto de terrorismo fue cometido en la madrugada del viernes 31 de julio en contra de una familia palestina. Un par de incendiarios lanzaron un llameante coctel molotov a la casa de Saed Dawabsha, en el pueblo de Duma, cerca de Naplusa. Un infante de 18 meses de nacido, Alí, murió en la escena, su cuerpo fue quemado de tal manera que quedó irreconocible. Los otros tres miembros de la familia fueron llevados al hospital con quemaduras de tercer grado. El padre murió unos pocos días después, generando otra ola de ira y denuncias. Los incendiarios dejaron un graffiti en las paredes de la casa de las víctimas: “Venganza”, “etiqueta de precio” y “larga vida al Mesías” fueron pintadas en hebreo.
El presidente israelí, Reuven Rivlin, reaccionó al crimen diciendo: “Es difícil ver que haya personas dentro de mi pueblo capaces de hacer tales actos… La pena es grande, aunque el dolor es mayor”.
El primer ministro, Benjamin Netanyahu, condenó el ataque como un acto de terror y prometió llevar a los responsables ante la justicia. Él y otros políticos dijeron que estaban escandalizados por el ataque. No debieron haberlo estado.
Por casi una década, una minoría radical entre los colonos judíos han llevado a cabo ataques de “etiquetas de precio” contra palestinos. Éstos incluyen la destrucción de propiedad y han arrancado árboles de olivo, prendido fuego a los coches, al ganado y a las casas, y profanado mezquitas e iglesias.
El último ataque sucedió después de que una corte israelí ordenara la demolición de dos edificios de apartamentos ilegales en el asentamiento de Cisjordania de Bet El.
El asesinato de Alí Dawabsha se llevó a cabo un año después del de otro palestino, un niño de dieciséis años, Muhammed Abu Khdeir, que fue quemado vivo por una banda de jóvenes extremistas. Quince casas palestinas han sido incendiadas en años recientes, pero ningún incendiario ha sido encarcelado. La Autoridad Palestina documentó más de 11 mil actos en contra de palestinos por parte de colonos en los últimos cinco años. Las autoridades israelíes parecen ser incapaces de o estar indispuestas para perseguir a los criminales, lo que confirma la suposición palestina de su complicidad con los extremistas.
El grupo de derechos humanos israelí B’Tselem dijo en una declaración que “el último ataque fue resultado de la política de las ‘autoridades’ de no aplicar la ley en contra de israelíes que ataquen palestinos y su propiedad”.
El coordinador especial de Naciones Unidas, Nickolay Mladenov, comentó sobre el crimen: “Este asesinato atroz fue llevado a cabo con un objetivo político… Esto refuerza la necesidad de una solución inmediata del conflicto y el fin de la ocupación”. Desafortunadamente, la solución de dos Estados parece estar lejos de materializarse, especialmente con el derecho israelí dominante.
El terrorismo judío, al igual que el terrorismo islámico en sus dos aspectos, chiítas y sunitas, ha sido desacreditado por su propio pueblo y no puede ser parte del futuro. Tal vez esa es la manera de promover soluciones racionales para los problemas de la región.
El autor fue embajador de Líbano en México entre 1999 y 2011
nouhad47@yahoo.com