Más Información
México no está haciendo su tarea para reducir contaminantes, acusan expertos; 2023 registró récord en emisiones de CO2
Presidentes municipales de Jalisco piden reasignación de 10 mil mdp en el PPEF 2025; aporta 7.4% del PIB del país, argumentan
Hay muchas cosas que el Estado mexicano puede hacer frente a las decisiones hostiles, marcadamente xenófobas, de Donald Trump. Algunas estrategias pueden desplegarse a partir de la acción diplomática de México y otras deben ser emprendidas en el plano interno.
Pero para que la respuesta del Estado mexicano sea efectiva debemos evitar una confusión que pudiera surgir al calor de la reacción legítimamente enojada de muchos mexicanos por las agresiones de Trump. Me refiero a que no debemos identificar lo que hace un gobierno con lo que piensa y siente el pueblo de los Estados Unidos.
No hay duda que Trump ganó las elecciones, pero recordemos que hay millones de ciudadanos estadounidenses que están rabiosamente en contra de sus decisiones y que son nuestros aliados naturales para intentar frenarlo o para contrarrestar su influencia. Basta ver las grandes manifestaciones en muchas ciudades contra la irracional prohibición migratoria que pretende imponer Trump en los aeropuertos de su país.
Hay que apoyarnos en esa parte de los Estados Unidos que está abierta al libre comercio y reconoce los beneficios que ha traído para ambas naciones, que defiende los derechos humanos dentro y fuera de sus fronteras, que enarbola los valores de la libertad y que lleva décadas luchando contra la discriminación. Suman miles las universidades, sindicatos, organizaciones vecinales, movimientos de consumidores, y un largo etcétera, que conforman un tejido social que va a luchar contra Trump y en el que nos debemos apoyar.
Por supuesto, también debemos apoyarnos en los congresistas del Partido Demócrata, en los gobernadores que no están de acuerdo con Trump (como Jerry Brown en California) y en los medios de comunicación que día tras día exhiben las mentiras que compulsivamente sostiene el mandatario.
Hay que desplegar una estrategia diplomática que con base en datos reales demuestre lo mucho que a Estados Unidos le conviene la amistad y el apoyo de México, para lograr que ese mensaje se repita en cada periódico, televisión, estación de radio, universidad, foro o seminario. Esto puede servir más que hacer vacuos discursos llamando a la unidad nacional. Basta recordar, en todas partes y todo el tiempo, que los ingresos de 6 millones de trabajadores norteamericanos dependen del Tratado de Libre Comercio y de las exportaciones a México, que además es el tercer socio comercial más importante de Estados Unidos.
Junto a la tarea de tejer esa red de aliados al otro lado de la frontera, México debe presentarse fortalecido a la mesa de negociación con Estados Unidos. Hay que presentar al gobierno de Trump las pruebas de lo mucho que cooperamos y lo importante que es el papel de México para cuidar la seguridad de los ciudadanos de los Estados Unidos. Si la cooperación se rompe, a Estados Unidos le esperan malos tiempos en materia de migrantes ilegales que llegarán desde Centroamérica mucho antes de que el muro esté terminado, así como en materia de drogas, que México podría simplemente dejar pasar sin hacer nada por evitar el trasiego hacia las ciudades norteamericanas.
También hay que aprovechar las ventajas del sistema judicial norteamericano para defender los derechos de los migrantes mexicanos. Tiene razón el presidente Peña Nieto cuando señala que los 50 consulados de México en Estados Unidos deben ser defensorías de migrantes, para llevar casos ante los tribunales y que se vaya viendo si proceden o no las órdenes de deportación. La independencia judicial es una de las columnas vertebrales del país del norte; hay que aprovecharla a nuestro favor, para pedir respeto a las leyes y a los derechos humanos.
Lo que nos debe quedar claro es que el presente y el futuro de México están unidos al país del norte. Ojo: no al gobierno de Trump, sino a ese gran país que son los Estados Unidos, que tantas y tantas cosas positivas tiene. La buena vecindad entre ambos países y los múltiples beneficios que se desprenden de ella no deben ser olvidados. No solamente tenemos lazos comerciales y económicos, sino que podemos seguir escribiendo juntos una historia compartida.
La histérica antimexicana de Donald Trump no debe cegarnos ante la evidencia de que lo mejor que nos puede pasar es seguir siendo amigos y buenos vecinos.
Investigador del IIJ-UNAM.
www.centrocarbonell.mx