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El clamoroso batacazo del PRI en las urnas y la posterior renuncia de su presidente nacional debería ser una alerta para nuestra clase política: ha llegado la hora de renovarse o morir.
No es creíble que políticos que llevan décadas ocupando cargos públicos y viviendo de exprimir el presupuesto se presenten como los renovadores que el país necesita. Nadie les cree. No suscitan ninguna ilusión.
Y no se trata de un tema de edad solamente. Ahí está el ejemplo de Bernie Sanders, quien a sus 74 años generó en su campaña más entusiasmo que la mismísima Hillary Clinton. Lo que nos enseña ese ejemplo y otros alrededor del mundo es que necesitamos cambiar el discurso, la forma de hacer política, la manera de llegar a los posibles votantes y presentarles propuestas para sus problemas.
Quien quiera ganar en las elecciones de 2018 (tanto la Presidencia de la República como en cargos menos relevantes) necesita aprender a hablar bien en público. Es obvio que nuestros políticos nunca serán oradores brillantes como Barack Obama o Bill Clinton, pero deben al menos superar los acartonados y aburridos discursos en los que pasan los minutos sin que digan nada que tenga sentido. La claves es elocuencia y dominio de la escena.
También se requiere honestidad: que no tengan cola que les pisen. La gente ya está harta de los clásicos vividores de la política, que tienen un nivel de vida de megamillonarios pese a que siempre han trabajado en el sector público. No hay ni la más mínima correspondencia entre los sueldos que han recibido a lo largo de su carrera y la cantidad de casas, coches y dinero en sus cuentas bancarias de las que son propietarios. Un político honesto tiene una ventaja competitiva enorme en el México del siglo XXI.
Una tercera característica: que tengan un buen conjunto de ideas para sacar adelante al país. Una sociedad cada vez más informada no se va a conformar con políticos que digan que van a “luchar contra la injusticia” o que promoverán “la salud y la educación”. Necesitamos propuestas aterrizadas, viables, que estén acompañadas de buenos diagnósticos y de eficientes proyectos de política pública.
Para poder hacer dichas propuestas y ofrecer buenos diagnósticos, los políticos necesitan descifrar las prioridades nacionales: ¿qué es lo que más les preocupa a los ciudadanos, lo que en verdad les quita el sueño? Lo que demuestran las encuestas es que las dos mayores preocupaciones de los mexicanos son la inseguridad pública y tener un trabajo bien remunerado. Esos son los temas sobre los que debería construirse una buena candidatura hacia el 2018: los mexicanos quieren antes que nada sentirse seguros en sus casas, en las calles, en el transporte público, en sus trabajos.
De la misma forma, muchos mexicanos que hoy son de clase media (los cuales conforman la mayoría del padrón electoral, no hay que olvidarlo) quieren mantener o incluso mejorar su economía. Les da pavor que pudiera llegar al gobierno alguien que ponga en riesgo lo que han logrado con enorme esfuerzo personal y familiar en los años recientes. No quieren riesgos, quieren jugar a la segura.
En suma, los políticos que tienen más posibilidades de triunfar en las próximas elecciones son quienes hablen bien en público, tengan buena imagen, no carguen con historias de corrupción sobre sus espaldas, aporten propuestas inteligentes y viables, se centren en los temas más relevantes para la ciudadanía y sepan generar ilusión en vez de repudio. No son muchos los personajes que cumplan a cabalidad con esas características, pero estoy seguro que el lector podrá identificar a algunos en su cabeza. Por esos hay que votar.
Investigador del IIJ-UNAM
@MiguelCarbonell