Hay quienes piensan que un gobierno sin crisis no es gobierno, pues lo que para unos es signo de debilidad para otros es muestra de poderío. En todo momento hay condiciones delicadas, de ahí que el reto del ejercicio del poder es una condición permanente de todo acto de gobierno. Puede ser discutible que una crisis sea espontánea o que sus causas sean predecibles; lo cierto es que una crisis aparece súbitamente en la escena pública y sus repercusiones y reacciones generan diversas consecuencias.

Las crisis son temporales, pero la política es permanente. Por ello es imperativo analizar las estructuras de decisión, las vías de transmisión de información y los procesos de formación de decisiones, para que los gobiernos puedan digerir y conducir con inteligencia los hechos imprevisibles de alta conflictividad.

En el caso de crisis previsibles el hecho de posponer, ignorar o reaccionar indebidamente ante un suceso de alto grado de complejidad es germen de un conflicto de mayor dimensión. La preocupación aumenta cuando el gobernante asigna el asunto a quien no tiene la experiencia, el conocimiento o la capacidad de responder adecuadamente ante el reto que se le presenta, como hemos atestiguado recientemente en los cambios sorpresivos del equipo presidencial en la Casa Blanca.

La reconfiguración de las relaciones de EU con Europa dentro del distanciamiento con Rusia, los actos provocadores de Corea del Norte y las decisiones unilaterales del gobierno venezolano nos indican que las maneras de ejercer el poder y la autoridad se han modificado sustancialmente y ya no son tolerables por la sociedad contemporánea. En el caso de un gobierno autoritario la intención es reprimir, anular y negar los hechos para sustituirlos por campañas de propaganda favorable.

El nuevo agente de poder se encuentra en el “ciudadano centinela”, en el individuo que equipado con un teléfono celular hoy por hoy es la fuente originaria de la información. Esa capacidad tecnológica de todos permite subir a redes sociales cualquier asunto de interés, lo que somete a los gobiernos a la necesidad de reaccionar con prontitud ante una denuncia ciudadana. La sociedad digital impone nuevas reglas de funcionamiento a la tarea de gobernar. Ello también significa que la capacidad de comunicar es una herramienta que deber ser aprovechada para la construcción de confianza y no para la divulgación de infundios.

La presión política que genera un problema de gran repercusión requiere una revisión serena de las herramientas e instrumentos que están disponibles para su atención, así como los grados de libertad que las condiciones de negociación permitan en proceso de salida. A sabiendas de que una negociación con las diversas fuerzas políticas participantes no siempre da como resultado la solución más adecuada, sino la menos rechazada por las partes.

Por eso, ante las múltiples fuentes de incertidumbre que se perciben, sean reales o potenciales, es el momento de confirmar el valor insustituible de la verdad, las instituciones, la preeminencia del Estado de Derecho y de manera subrayada el papel del ciudadano para fortalecer el valor irreemplazable del sistema democrático. El valor superior de la política debe dominar las crisis y no al revés, para que sea posible sortear los obstáculos y retos de su tiempo, mantener el rumbo y mejorar las condiciones de vida para el futuro inmediato.

Rúbrica. Un murmullo de la Sabana. Ironía que la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela inicie funciones en el aniversario del natalicio de Rómulo Gallegos, el primer presidente con legitimidad, producto de elecciones libres en 1948 y depuesto por un golpe de Estado a sólo nueve meses en el poder.

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