El destino climático del planeta no puede depender de los votos de quienes laboran en una industria en decadencia. Los países avanzan cuando su modelo productivo se sustenta en los más avanzados progresos de la ciencia y la tecnología.

En las Cuevas del Castillo en España, se registran las más antiguas muestras de arte rupestre. Las siluetas de manos humanas rodeadas de colorante rojizo son los primeros testimonios artísticos de la civilización humana en este planeta. Desde entonces y hasta nuestros días hemos dejado huella de nuestro paso por la vida. La huella de la mano del artista del paleolítico ha evolucionado para convertirse en una huella antropogénica de carbono que afecta en forma creciente el equilibrio del ecosistema global.

El Acuerdo de París es resultado de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que propone la reducción de los gases de efecto invernadero y otras emisiones, con el fin de prevenir el incremento de la temperatura del planeta y situarla dos grados centígrados promedio por debajo de los niveles de la era preindustrial.

Es evidente que el consumo de combustibles y el nivel de desarrollo económico están altamente vinculados. Por ello el imperativo climático obliga a los países que más generan gases de efecto invernadero a aplicar políticas que transiten hacia fuentes de energía renovables. Actualmente los datos relativos a las emisiones, publicados por climateanalytics.org el 7 de mayo de 2017, indican que China es el país que genera 20.09% de las emisiones globales totales, seguido por Estados Unidos con 17.89%, la Unión Europea 13.34%, Rusia 7.53%, India 4.47%, Japón 3.79% y el resto del mundo con 33.26%.

La decisión del presidente Donald Trump de retirar a Estados Unidos de este compromiso ambiental obedece a su persistencia de negociar relaciones bilaterales en detrimento de los acuerdos multilaterales. El proteccionismo económico no debe sustentarse en la irresponsabilidad climática. Es evidente que hay una estrategia de desmantelar todo aquello que sea un legado del gobierno demócrata, a pesar de sus costos y sus consecuencias. Esto implica acelerar la capacidad productiva de un modelo industrial que genera gran cantidad de contaminantes bajo la premisa de que la productividad acelerará el crecimiento. Esto está muy bien si nos situamos en los años 60 del siglo pasado, pero hoy es evidente que los avances científicos ofrecen mejores opciones. La prioridad es reorientar la producción mundial hacia un modelo bajo en carbono, sustitución de combustibles fósiles, como petróleo, carbón y gas, por fuentes renovables, así como preservar y aumentar superficies boscosas y áreas naturales.

Si algo no necesita el mundo actual es una división más. Hemos vivido tratando de reducir las asimetrías que confrontan a ricos y pobres, tolerantes y fanáticos, demócratas y populistas, proteccionistas y globalizadores; ¿ahora también veremos un mundo divido entre ambientalistas y contaminadores?

Independientemente de que la decisión de separación del Acuerdo de París tomará cuatro años, los daños son inmediatos. Por eso es recomendable avanzar en la clasificación y definición de productos y servicios que además de ser responsables con los derechos humanos sean “ambientalmente responsables”, que privilegien el reciclaje, el uso de ingredientes de origen orgánico y sin sustancias de conocida toxicidad. México no puede quedar supeditado a decisiones ajenas para avanzar en la modernización de nuestras industrias y la sustentabilidad de la vida urbana.

Rúbrica.

“Definir las opciones para México”. Con este lema celebraremos la XV edición de México Cumbre de Negocios del 22 al 24 de octubre en San Luis Potosí.

Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM
articulo@alemanvelasco.org

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