No hay política sin debate ni debate sin confrontación. En la medida en que se acerquen las elecciones federales de 2018 veremos que la temperatura política se eleva.

El PRI, dentro de los preparativos para su XXII Asamblea, está estructurando los mecanismos de representación de sus delegados y la búsqueda de acuerdos del proyecto político que ofrecerá el próximo año.

Hoy todos los partidos políticos enfrentan una de las más severas crisis de opinión de los últimos años. No hay partido que se salve de la crítica, ya sea por sus gastos, por sus prácticas, por la falta de democracia interna o por el protagonismo de sus líderes. Es un hecho que los partidos están lejos de la ciudadanía y cerca de sus ambiciones.

El próximo año elegiremos: presidente de la República, senadores, diputados federales, gobernadores, diputados locales y alcaldes, que sumarán cientos de candidaturas por diversos partidos, además de los candidatos sin partido o independientes.

Un grupo de integrantes del PRI se reunió para buscar condiciones de equidad para la selección de candidatos el próximo año.

Independientemente de que sean “políticos de café”, el tema de fondo corresponde a la necesidad de fortalecer la capilaridad social e identificar los liderazgos locales para las próximas elecciones.

Este no es un caso aislado, debido a que en otros partidos sus militantes también sufren para poder escalar a los cargos, tanto internos de dirigencia como en las candidaturas.

Hay partidos de un solo hombre o de una camarilla o de un grupo familiar o de múltiples organizaciones; todos ellos están en una severa tela de juicio de la sociedad.

Es necesario presentar un proyecto de país con propuestas verdaderas, realistas, con datos y cifras válidas, porque el público no quiere que le prometan quimeras sino hechos concretos que hagan sentido pleno de verdad y carentes de rencor.

En las pasadas elecciones en Estados Unidos las ofertas políticas se redujeron a un debate vergonzante de recriminaciones, amenazas y acusaciones, no todas ellas justas ni verdaderas.

En México los procesos electorales por alguna razón están también interesados en señalar los grandes errores o suponer que existen para demeritar las propuestas del contrincante, sin menoscabo de la verdad. Es evidente que para elegir un gobierno se necesita un expediente limpio en lo personal, en lo económico y en lo gubernamental, sustentado en un proyecto de país viable.

Un proyecto que abra los causes del progreso individual, fortalezca la estructura económica para lograr mayores niveles de crecimiento con distribución y sobre todo fortalecer el Estado de Derecho, como la meta primordial de un gobierno libre y democrático.

México necesita una nueva etapa de madurez política, pero no “madurez” en el sentido venezolano de la palabra. Requerimos un proyecto de nación, de libertades, sin rencores, sin amenazas y sin la preocupación de la sociedad por la inseguridad de su patrimonio o de su persona. Si de hacer política se trata, la manera más exitosa es hacerla de cara a la ciudadanía.

Es irrelevante si el destino de México se discute con un café o agua de jamaica o lo que sea, lo importante es construir una visión de país con honestidad de ideas y de responsabilidades públicas.

Pero sobre todo fortalecer nuestro sistema democrático lejano a los “usos y costumbres” electorales de la que hicieron gala todos los partidos en las elecciones del 4 de junio. Es imperativo que luchemos por aceptar que la legitimidad de un gobierno se sustentará en la legitimidad del sufragio.

Rúbrica. El Cerro de las Campanas 150 años después. Quién le iba a decir al emperador Maximiliano que ahora las Noticias del Imperio se publican en Twitter.

Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM
articulo@alemanvelasco.org

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