Decía Ortega y Gasset que la confusión es ese estado en donde “no sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa”. En México hay una sensación de insatisfacción colectiva ante la intimidación del nuevo proyecto económico y político en EU, cuyas repercusiones directas no es posible que sean definidas con precisión.

El pensamiento emanado de la Revolución Francesa construyó fundamentos que se consideraban intocables en la arquitectura del Estado moderno. Son un conjunto de principios, leyes e instituciones que se han considerado cruciales para el fortalecimiento de los derechos individuales y del sistema internacional de las naciones. Recientemente la serie de acciones que contravienen estas doctrinas fundamentales se han utilizado para legitimar una posición de aislamiento y proteccionismo inusitada.

Los primeros cuarenta días de la nueva Presidencia de EU se caracterizan por capitanear una corriente de pensamiento cuyas réplicas entre los líderes políticos de derecha en Europa y Gran Bretaña son indicios de una nueva etapa en el entorno internacional. El contenido del mensaje del presidente Trump al Congreso es una muestra más de los reiterados postulados de una visión excluyente que busca rescatar una grandeza supuestamente perdida por las ventajas competitivas ajenas y por la presencia de minorías étnicas y religiosas que no se consideran compatibles con su muy personal proyecto de país. Lo grave es que esto sucede en una nación que desde sus orígenes ha tenido como doctrina a la democracia moderna, cuya misión permanente es atenuar las asimetrías entre poderosos y marginados; no obstante, hoy los primeros la utilizan como instrumento para imponerse a los segundos, y el dilema entre Estado y mercado se sintetiza en una nueva ecuación donde el poder del Estado se orienta para beneficio de un grupo social determinado.

Es preocupante observar cómo las órdenes ejecutivas para acelerar los procedimientos de deportación de migrantes ilegales dentro de EU están confrontando las tensiones en el ánimo social donde el clima de incertidumbre y amenaza de deportación se traduce en un acto de tortura emocional. Al respecto Tzvetan Todorov expone que “un Estado que legaliza la tortura deja de ser una democracia”.

En el caso de México, los años de apertura trajeron consigo un avance democrático evidente que abrió espacios legales a la competencia política y a la competencia comercial internacional, mediante la conformación de un modelo abierto a la oferta de alternativas.

La bonanza del libre comercio con Estados Unidos presenta hoy una conclusión anticipada; a todo carnaval de consumo personal o nacional le alcanza la penitencia de la austeridad.

Las dificultades que nos afectan no sólo tienen origen externo, México no está exento de sus propias limitaciones y necesidades. El reto es tomar consciencia de que la ruta de colisión con nuestro futuro inmediato puede y debe ser reorientada para sortear exitosamente las restricciones apremiantes en materia económica.

A México las circunstancias le ofrecen una oportunidad para que evolucione la mentalidad de todo ciudadano y poder resarcir la preeminencia de las leyes, instituciones, el equilibrio de poderes y la credibilidad, con el objetivo de dar un sentido más profundo a nuestro proyecto democrático. Para ello es necesario perseverar el basamento humanista del ejercicio del poder antes de que la historia nos lo reclame.

Rúbrica. Miércoles de ceniza. Antes los “grillos” que sólo hacían ruido “se quemaban”, hoy saltan… de partido en partido.

Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM
articulo@alemanvelasco.org

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