En épocas de incertidumbre las expectativas son mayores que el impacto real de las amenazas. Hasta donde es posible predecir, en mi opinión, Donald Trump no es como él se pinta, y no me refiero a su elección de tinte para el cabello, sino a su posición personal respecto a la tarea que se ha impuesto para gobernar los próximos cuatro —quizá ocho— años a Estados Unidos. Es evidente que la atención del mundo y la de nuestro país está puesta en las primeras palabras que habrá de pronunciar Donald Trump en su discurso de Toma de Protesta como el presidente número 45 de Estados Unidos.

Las posiciones radicales de su discurso, tanto como candidato como presidente electo, han generado todo tipo de especulación y preocupación en México y en el mundo entero. Las aseveraciones en contra de nuestro país como causante de la migración ilegal y el supuesto beneficio unilateral del libre comercio dibujan a un empresario que está acostumbrado a negociar desde una posición extrema que suena intransigente y autoritaria. No creo que en la práctica cotidiana esto vaya a ser posible.

En su libro titulado Great Again, how to fix our crippled America, Donald Trump explica en el capítulo tres que: “Buenas bardas hacen buenos vecinos”, y que ante la llegada de grupos ilegales por la frontera sur es necesario tener una política de control y no un proceso anárquico que pone en riesgo la seguridad nacional de su país.

El nuevo inquilino de la Casa Blanca habrá de dedicar sus primeros esfuerzos para conciliar a una sociedad dividida y confrontada que quizá convoque más inconformes que los asistentes a su Toma de Posesión.

Es evidente que en los últimos 20 años el mundo ha cambiado, y que la aspiración de Trump busca plantear un proyecto personal-nacional completamente distinto. Por nuestra parte, es inevitable que las condiciones de vinculación económica de México con el exterior sean revisadas a fondo. Por ello, aun sin las amenazas de Estados Unidos de modificar el Tratado de Libre Comercio, nosotros estamos obligados a mejorarlo para identificar las oportunidades que necesariamente emergerán de un escenario donde las condiciones económicas, tecnológicas y sociales se están transformando vertiginosamente.

Más que una fase unilateral de neoproteccionismo, lo que en realidad estamos presenciado es un cambio de capítulo del modelo en los sistemas económicos, comerciales, políticos y sociales de gran trascendencia.

En días pasados asistí a una presentación del señor Craig Breese, director general de Honeywell México, en donde anunció la inversión de varios millones de dólares para un laboratorio dedicado a proyectos de alta tecnología para defensa y soluciones digitales a gran escala. En sus comentarios reconoció la calidad de nuestros ingenieros en cuanto a impulsar la innovación tecnológica. Describió que la cuarta revolución industrial hará que los profesionistas mayores de 55 años sean obsoletos en breve, y que para los niños que ingresan hoy al kínder aún no están definidas las nuevas profesiones que se requerirán cuando lleguen a la universidad.

Las lecciones de la excesiva dependencia de un solo mercado van a ser muy amargas si no se diseña una estrategia de diversificación comercial y autosuficiencia productiva sustentada en una mano de obra que fortalezca la consolidación de la clase media. Ante esta cruda realidad, la verdadera amenaza para México y otras naciones con ambiciones competitivas, no proviene de las declaraciones aparentemente caprichosas de Trump, sino de la ausencia de una visión de futuro que incorpore una estrategia de innovación tecnológica, de desarrollo sustentable y de inclusión social participativa.

Rúbrica. Oportunidad dentro de la adversidad. Anuncio fronterizo: “Se construyen muros a domicilio”.

Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM
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