Quizá uno de los empleos más complicados en estos días es el de editor de noticias en un medio de comunicación informativo. La serie de eventos internacionales y nacionales que emergen a cada instante tiene un nivel de importancia que merece el encabezado de primera plana. No obstante, la velocidad de los sucesos, aunada a la recomposición de las fuentes informativas —que están cada vez más en manos de los ciudadanos— obliga a plantear el trabajo periodístico desde otros enfoques.

Desde el corresponsal de guerra hasta el cronista de lo cotidiano están involucrados en la redefinición del papel del periodismo; ello es motivo de análisis. Hoy la noticia no sólo se encuentra en el lugar de los hechos, sino también, y esto de manera creciente, en el caudal de materiales que los ciudadanos comparten en las redes digitales. Es un espacio donde conviven los viejos correos electrónicos en masa y las más modernas aplicaciones de transmisión de video en tiempo real; las noticias tienen otra fisonomía y múltiples aspectos simultáneos. Es como una plaza de toros donde todos vemos lo mismo pero desde distinto ángulo. Cada emisor tiene un criterio, una agenda y un conjunto de preferencias o aversiones sociales, religiosas, políticas, deportivas o ideológicas que no pierde oportunidad de expresar abiertamente en sus emisiones.

Es una nueva voz que llena las redes y hace eco entre sí cuando vemos a civiles inocentes que desde los escombros de su ciudad acusan a las potencias bélicas de graves agresiones en Siria; ciudadanos que celebran la rendición de las FARC para garantizar la paz en Colombia; hombres y mujeres que revelan presiones políticas, escasez de bienes y crisis económica en Venezuela; migrantes cuyos derechos son violentados en los campos de refugiados a las puertas de Europa; británicos que promueven la revocación del Brexit y que mantienen a Europa en un impasse; españoles que reclaman actos de corrupción como causa de la incapacidad de formar gobierno después de dos elecciones generales; disidentes de Corea del Norte que acusan la beligerancia inexcusable de su dictadura; votantes estadounidenses que son portavoces de los defectos, errores y abusos de sus candidatos; minorías afroamericanas que registran en video la muerte de sus semejantes indefensos a manos de la policía; migrantes de origen mexicano que exhiben la forma en cómo son discriminados y ofendidos; televidentes que comparten al extremo su frustración por un debate político que dejó menos indecisos y más insatisfechos; México levanta las voces respecto a la definición de familia y derechos de adopción, la búsqueda infructuosa de 43 estudiantes o las condiciones de nuestra economía que inciden en la fragilidad especulativa del tipo de cambio.

La tarea de juicio agudo y permanente no concluye ahí, el nuevo ojo crítico del ciudadano está atento a los excesos de los actos de gobierno; graba asaltos en la vía pública como elemento de denuncia y divulga los abusos y desplantes de numerosos lords y ladies que surgen de la propia sociedad.

En todo esto hay un hilo conductor, una fuente noticiosa a través de los ojos y textos del nuevo “ciudadano-reportero-editorialista” que nutre las redes sociales como voz inicial de los sucesos de nuestro tiempo, que se vigoriza al exponer su punto de vista al juicio de la comunidad, pero también es una mente crítica que pone en tela de juicio las defensas oficiosas de los políticos. La frase aquella de “nada pasa hasta que no pasa por televisión” está siendo superada por una tendencia donde las cosas pasan porque el ciudadano las proyecta hasta donde las redes alcancen.

Rúbrica. Comiendo ansias. Con tanto autodestape el nuevo refrán dice: El que se mueve SÍ sale en la encuesta.

Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM

articulo@alemanvelasco.org

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