Miguel Alemán Velasco

Competir por decimales

17/08/2016 |01:11
Redacción El Universal
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En la actualidad, entre competir y ganar la diferencia es de decimales. Cada cuatro años la celebración de los Juegos Olímpicos nos sorprende con las extraordinarias marcas que se logran en cada gesta deportiva. Atletas de más de cien países compiten con su mayor esfuerzo por un lugar en el pódium de ganadores. Los procesos de selección respecto a la asignación de los países que serán sede de las olimpiadas requieren tiempo, pero también hay un dejo de sospecha en lo que se refiere a las simpatías o preferencias en el enfoque político que representan.

Sin que el motivo sea explícito, la sola decisión de elegir a un país tiene una implicación tácita de endoso y reconocimiento al régimen político, ideológico y sistema de gobierno de la nación. La política, tanto internacional como local, también tiene su turno en el escenario olímpico. Quizá el capítulo más delicado fue aquél por medio del cual el viejo Comité Olímpico aceptó y celebró los XI Juegos Olímpicos de 1936 en la naciente Alemania nazi, que fueron utilizados por el Tercer Reich para demostrar la supuesta supremacía racial y la supuesta fórmula exitosa del fascismo representado en la vanidad omnipresente de su líder. En los años de la Guerra Fría los países del bloque soviético buscaban demostrar que su sistema político centralmente planificado se traducía en la preparación de atletas que superaban a los competidores de los países más desarrollados del mal llamado “mundo libre”. Las crisis políticas entre la Unión Soviética y Estados Unidos ocasionaron boicots recíprocos de asistencia de unos países en territorio de sus adversarios. En materia de política interna la celebración de una Olimpiada provocó altos niveles de tensión entre las fuerzas políticas y las aspiraciones sociales del país sede (México no fue la excepción), como lo observamos ahora en Brasil, el segundo país en Latinoamérica en la historia del olimpismo.

Recuerdo que en los últimos días de los XIX Juegos Olímpicos de México 68 escuché al titular del equipo olímpico de la desaparecida Alemania del Este rechazar la invitación a las playas mexicanas, pues, según me dijo, estaba muy ocupado entrevistando especialistas, analizando técnicas y estudiando rutinas de atletas para preparar un programa de trabajo para la olimpiada en Múnich 1972. “…tenemos que regresar de inmediato para seleccionar, entrenar y desarrollar a nuestros competidores para la próxima olimpiada, no tenemos tiempo que perder…”, dijo en lo que él suponía era un inglés comprensible. Hoy esas palabras toman vigencia, la Olimpiada de Tokio en 2020 está más cerca de lo que nos imaginamos, por ello más que dedicar los tiempos inmediatos a flagelar en juicio sumario a los responsables del deporte nacional (sí, en plural) podríamos destinar nuestro tiempo de manera más útil para que se diseñe, programe y aplique un plan deportivo nacional de cuatro años. Un plan que haga transparentes los reglamentos, mecanismos de selección, capacitación de deportistas y certificación actualizada de entrenadores, así como el manejo de dinero, para que desde ahora se tomen las decisiones y se ejecuten las tareas adecuadas. La gran diferencia será dejar atrás el “ya merito” por el mérito de ganar los decimales decisivos, pues hoy la mayoría de las preseas olímpicas se deciden en decimales de distancia, tiempo o promedios de jueces. Para ganar los grandes campeonatos nuestros deportistas deben estar preparados, sobre todo con los recursos suficientes para que con orgullo y satisfacción representen a nuestro país ante todo el mundo. En suma: para que aprendamos a hacer equipo en el más amplio sentido.

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Rúbrica. ¿Daño reparable? ¿Cuántos días y horas de clase han perdido cuántos alumnos y cuánto tiempo tardarán en recuperarlos después de meses de tantos plantones, bloqueos carreteros y suspensión de clases?

Político, escritor y periodista

@AlemanVelascoM

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