Si la historia atesora el pasado, la política es la mejor fórmula para forjar un futuro promisorio. El destino del país no es tarea de un individuo ni de un grupo de colaboradores exclusivamente. En un régimen democrático la responsabilidad de impulsar el progreso material y superación personal colectivos es de todo ciudadano.

El surgimiento de la democracia en la antigua Grecia fue resultado, entre otras cosas, del reconocimiento de que los actos de los hombres eran muy complejos para dejar su solución en manos de personajes mitológicos con poderes sobrenaturales. Por ello se propuso que fueran los propios seres humanos los que resolvieran sus problemas mediante un proceso educativo que fomentó la noción de justicia, el debate de ideas, la preeminencia de la ley y la organización social.

El camino de la democracia mexicana ha sido sinuoso. No obstante, la misión de los participantes en la vida electoral debe estar orientada a la construcción de nuevas etapas que brinden más oportunidades a los habitantes de nuestro país.

En los próximos 11 días, en 12 estados de la República habrá elecciones para gobernador y otros cargos públicos; adicionalmente en la flamante Ciudad de México se elegirán a los representantes que constituirán el mecanismo de redacción de la nueva Constitución que sustituirá al conocido Estatuto de Gobierno.

Nuestros órganos electorales están dotados de atribuciones y recursos para patrocinar y hacer uso exclusivo de los tiempos en medios electrónicos para que los partidos y los candidatos —con partido o independientes— presenten sus ofertas políticas a los ciudadanos. Este proceso tiene por objeto alimentar una sana cultura democrática, que inspire la participación social y eleve la calidad de la vida política del país. Desafortunadamente, muchos de estos recursos han sido asignados ineficientemente; unos para comisionar números musicales de dudosa calidad y poca efectividad electoral, y otros para promover su imagen aunque no estén inscritos formalmente como candidatos para algún cargo de elección popular.

En la escena política nacional convergen actores, factores y circunstancias que nos presentan una imagen, no siempre positiva, de nuestra realidad. Actualmente, la mercadotecnia exagerada presenta a los líderes políticos como seres sobrenaturales, capaces de resolver individualmente los grandes problemas de nuestro tiempo, con lo que se genera escepticismo en las instituciones y desconfianza en los políticos. Por ello vemos con interés la participación de candidatos independientes, como voces que buscan contribuir a fortalecer la calidad de la competencia electoral y sacudir la transparencia de los procesos internos de los partidos.

Los votantes saben que la propaganda y la realidad se distinguen por la congruencia con la que los aspirantes se han conducido en el pasado. Uno de los elementos de mayor reconocimiento es la lealtad y militancia en un solo partido.

La retórica electoral en algunos casos se centra en guerras de lodo en donde, independientemente de quién se presenta como héroe o villano, la democracia queda manchada.

En la recta final de estas elecciones locales quizás es momento de plantear una visión positiva del país, que nos ofrezca las vías de participación ciudadana para superar los problemas del pasado con nuevas soluciones, y proponer una narrativa seria que le dé a las nuevas generaciones un ánimo de superación, pues ya hemos visto cómo una y otra vez los profetas de la catástrofe se han quedado como estatuas de sal atrapados en su pasado.

Rúbrica. El ozono nuestro de cada día. ¿En qué momento la llamada región más transparente dejó de ser como un cuadro de José María Velasco para convertirse en El grito de Edvard Munch?

Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM

articulo@alemanvelasco.org

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