Miguel Alemán Velasco

Muros mentales

En Juárez el Papa dará su último mensaje en nuestro país. Esperamos que sea contundente para elevar la dignidad de los migrantes

17/02/2016 |02:15
Redacción El Universal
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Las ideas que sostienen los muros más duros de derribar son las que están adentro de las paredes de la corteza cerebral. El año de 1981 tiene dos episodios que, en su momento, se identificaron como casos aislados, pero que la historia unió para impulsar una transformación del panorama político de nuestro tiempo.

El 30 de marzo de 1981, Ronald Reagan —cuando tenía apenas 69 días en su nuevo cargo como presidente de Estados Unidos— fue herido por un fanático cuando salía de un evento de caridad en la ciudad de Washington, así como tres de sus colaboradores; uno de ellos murió a causa del atentado. Cuenta la leyenda que, al entrar al quirófano, el presidente Reagan le dijo a los doctores: “Espero que ninguno de ustedes sea demócrata”. Dentro de los enigmas que tiene la historia, tan sólo nueve días antes, Reagan asistió a un evento en el Teatro Ford, donde fue asesinado Abraham Lincoln en 1865.

Pasaron 43 días y, el 13 de mayo, en una fresca mañana de primavera, el papa Juan Pablo II sufrió un cobarde atentado en un recorrido por la Plaza de San Pedro en Roma. Los dos agresores fueron detenidos y sentenciados. Sus motivaciones y justificaciones son muy diversas y no tienen conexión entre sí, pero las repercusiones sí. Tiempo después, el papa Juan Pablo II visitó a su agresor en la cárcel y escuchó su confesión.

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Fue así que el Papa, originario de la Polonia represiva y socialista, y un presidente republicano sostuvieron una reunión privada en la que ambos comentaron lo cerca que estuvieron de la muerte y cómo ese episodio los marcó para recordarles que el tiempo de vida es corto y la responsabilidad de su cargo es mucha. Acordaron unir sus esfuerzos con un fin de alta trascendencia que beneficiaría a millones de personas. Por ello coincidieron en hacer el mayor esfuerzo por abrir las fronteras de Europa del Este.

En los años siguientes, ambos personajes trabajaron con discreción para derribar las barreras de la Europa socialista. Juan Pablo II hizo nueve viajes a Polonia y su mensaje abrió las mentes hacia un nuevo horizonte. En 1987, Reagan, en el muro de Berlín, en un memorable discurso exigió: “Señor Gorbachov, ¡tire usted este muro!”. Y no fue sino hasta el 9 de noviembre de 1989 que el muro que dividía las dos Alemanias cayó ante el júbilo del mundo entero. Por su parte, Mijaíl Gorbachov reconoció que su proyecto de reforma económica para preservar el socialismo, conocido como Perestroika, no podría lograrse con un sistema represivo y autoritario. El trabajo realizado por estos grandes líderes permitió hacer uno de los más profundos movimientos geopolíticos de la historia sin un solo disparo. En este caso las armas fueron las razones y las ideas, cuyas guerras requieren de un firme liderazgo y toman tiempo, pero siempre dan resultados positivos.

En el presente hay por ahí alguna mente intransigente y demagógica que piensa que un muro en la frontera será suficiente para resolver un problema económico, de injusticia laboral y de adicciones. La lección de la historia en Berlín es dura y cruda. El muro no logró abolir la migración, pero sí confrontó al extremo a gobiernos y pueblos en una lucha estéril.

Hoy el papa Francisco en Ciudad Juárez dará su último mensaje en nuestro país. Será una oración por la fraternidad entre personas, sociedades y países. Esperamos que sea un testimonio contundente para elevar la dignidad de los migrantes y reducir la soberbia de quienes se enriquecen impunemente a costa de ellos en ambos lados de la frontera, pero sobre todo para derribar los muros mentales que buscan lucrar políticamente con la xenofobia y la exclusión.

Rúbrica. Vade retro. ¿Quién fue ese conocido personaje que se abrió paso a codazo limpio para saludar al papa Francisco y dejó a su paso un conocido olor a azufre?

Político, escritor y periodista

@AlemanVelascoM

articulo@alemanvelasco.org