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México ha tenido una fuerte dosis de malas noticias que no permiten aquilatar el valor de los buenos resultados. En el presente año nuestro país tendrá una dosis más de competencia electoral por las elecciones que se llevarán a cabo en 13 estados de la República; al parecer ya es costumbre que la retórica electoral tenga una cantidad creciente de mensajes negativos entre los contrincantes.
Una de las prerrogativas de la democracia es que el votante conozca a profundidad las cualidades y, por qué no también, los defectos de los candidatos que aspiran a un cargo de elección popular.
En un escenario ideal sería conveniente que las estrategias de campaña tuvieran un mayor contenido de propuestas y no de reclamos, ya que lo que se elige en realidad es a una persona capaz de conducir la voluntad de las mayorías en un cargo público para los años venideros.
En el caso de Estados Unidos, el método para la selección de candidatos de ambos partidos transita por un proceso de decantación política, en la que cada aspirante utiliza todos los recursos a su alcance, en especial el dinero, para posicionarse en el interés de sus partidarios.
Lamentablemente en la campaña que apenas se inicia por la presidencia de Estados Unidos la retórica electoral, más que presentar propuestas, está plagada de recriminaciones y señalamientos negativos, tanto de orden racial, étnico o religioso, así como la presentación de los conflictos de interés entre patrocinadores empresariales que inciden en las decisiones que los aspirantes han tomado en sus respectivos cargos públicos.
Es así que vemos que más que presentar un proyecto de gobierno futuro, parece ser que los estrategas de las competencias electorales están entrampados en la divulgación de los errores del pasado de los adversarios, y poca atención merece la construcción de una campaña que tenga por objeto evaluar a plenitud y de manera comparativa las cualidades de cada candidato.
Merece atención el planteamiento del presidente Obama, que expuso la opción de reformar el sistema de voto indirecto prevaleciente, por uno de voto directo, como el nuestro.
No hay campaña sin promesas. Por ello es importante que los partidos y candidatos presenten una oferta política que inspire al votante a compartir la visión de futuro que ofrecen tomando en consideración de manera subrayada que en cada proceso electoral ingresan al padrón de votantes nuevas generaciones de jóvenes que buscan construir un proyecto de vida. Por ese motivo su primera experiencia política no debe ser alimentada con rencores ajenos, sino con una propuesta que eleve el autoestima individual y le dé confianza en sí mismo a cada individuo.
Hay quienes piensan que una vez que “la ropa sucia se lava en campaña” el aspirante queda vacunado de cualquier tipo de crítica a su pasado, pero en realidad el daño está hecho.
En EU el mensaje xenófobo, racista y antimexicano no es sólo el capricho de un candidato sino, de manera preocupante, es una voz que ha desatado los demonios de un grupo poblacional que durante décadas había venido contemporizando con una posición políticamente correcta, pero que en la parte más intima de sus valores sigue latente una peligrosa visión racista.
Muchas veces se piensa que los mensajes y estrategias de campaña que fueron exitosas en otros países contribuirán automáticamente a la victoria electoral. En este caso nada más alejado de la verdad, porque México no necesita lucrar con la división y el enfrentamiento. Nuestro modelo democrático tiene aún muchos retos por delante en donde las vías de su evolución serán más promisorias en la medida que el mensaje político proyecte una visión constructiva de México. Una visión de la que partidos y candidatos sean ejemplos y que convoque a los ciudadanos a dar lo mejor de cada uno para hacerla realidad.
Rúbrica. Llamado de atención. La excesiva cobertura noticiosa de un solo tema, en lugar de avanzar en conocer el mar de fondo se está quedando en puro “chapoteadero”.
Político, escritor y periodista
@AlemanVelascoM
articulo@alemanvelasco.org