Los resultados de las elecciones del pasado domingo son motivo evidente para reflexionar.

El proceso electoral tiene hechos sin precedentes. Por una parte, hay avances sustanciales de nuestro sistema democrático y, por la otra, hay comportamientos de grupos ciudadanos y de partidos políticos que retan al orden institucional para favorecer sus intereses. En ambos casos el valor superior de la gobernabilidad democrática y el respeto a las libertades y a las garantías de promover la paz social para la libre concurrencia de los ciudadanos para ejercer su sufragio son elementos que las autoridades aportaron para que el INE pudiera desempeñar a cabalidad su primer ejercicio electoral.

El clima político previo a la elección fue objeto de tensiones. Lamentablemente las rencillas mezcladas con la ambición desmedida de poder y otras razones aún desconocidas le costaron la vida a más de 20 personas vinculadas directamente con el proceso electoral. En lo que respecta a la comunicación política, los partidos no realizaron el mejor uso de los tiempos de radio y televisión debido a que los orientaron a señalamientos negativos, críticas recíprocas, culto a la personalidad y hasta a la difusión de canciones anodinas y de aún más baja posibilidad de convencimiento en la decisión del voto ciudadano. Recordemos que la principal razón por la cual se les otorgaron tiempos gratuitos de radio y televisión a los partidos políticos fue brindarles espacios adecuados para que divulgaran sus plataformas, presentaran sus propuestas y sobre todo emitieran mensajes que elevaran el nivel del debate en aras de un proceso gradual pero creciente para la formación de una cultura democrática en todo el país.

En el caso de los gobiernos locales, los debates entre los aspirantes a gubernaturas y alcaldías ya dan muestras de un diálogo más abierto y fresco que permite comparar las ofertas y las propuestas.

Una vez concluida la elección y el cómputo de los resultados vemos que la mayoría de los partidos, incluso los nuevos, recibieron la confianza de los votantes. El panorama político de México multiplicó las opciones, y quienes pregonaban el voto nulo o de castigo no lograron un resultado significativo.

La izquierda, que sufrió una severa fractura, hoy reciente su propia competencia; la derecha se mantiene como segunda fuerza electoral del país, y el partido en el poder, a pesar de las críticas, fue capaz de convencer y mantenerse como primera fuerza política de México.

Por ello en esta elección, entre los partidos y los candidatos no hay vencedores ni vencidos; son todos receptores de la confianza de una ciudadanía escéptica a la que les deben un desempeño impecable a lo largo de los mandatos que legítimamente han recibido.

México abre un nuevo capítulo en su proyecto nacional. El ciudadano exige unidad y espera resultados, no confrontación, no excusas de quienes habrán de asumir altas responsabilidades.

En estos días las autoridades electorales han de recibir las impugnaciones y acusaciones por posibles violaciones a la ley electoral, ya que prevalecen prácticas que en ella están expresamente prohibidas.

Quizá la imagen más novedosa de estas elecciones fue la participación y la victoria de los candidatos independientes. Esta figura abrió un espacio de participación ciudadana que seguirá dando mucho de qué hablar, pero sobre todo le impone una exigencia mayor a los partidos políticos con registro para que simplifiquen sus procesos, reduzcan costos y sobre todo modernicen su selección de candidatos con transparencia.

Los mexicanos nuevamente apostamos por la democracia. La violencia no es opción.

Rúbrica. Divide y compartirás. Después de tantos años de “sol”, buena parte de la ciudad se puso “morena”.

Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM
articulo@alemanvelasco.org

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