El 31 de agosto de 2016 la administración de Enrique Peña Nieto tomó la controversial decisión de reunirse con el entonces candidato y hoy presidente electo de Estados Unidos de América, Donald Trump.
Muchos rumores rodearon la medida, pero dentro de ellos hubo dos nombres claves: Claudia Ruiz Massieu y Luis Videgaray Caso.
El saldo de aquella visita fue la remoción del ex Secretario de Hacienda a quien se le consideró como el autor intelectual de la invitación, y la declaración de la ex Secretaria de Relaciones Exteriores quién en entrevista expresó que no presentó su renuncia, porque comprendía que no siempre puede prevalecer el punto de vista que se plantea (El Universal, Septiembre 2016).
Meses más tarde, arrancando el 2017 inmersos en un malestar generalizado por el alza en los precios de las gasolinas, el miércoles 4 de enero el Presidente convocó a rueda de prensa en punto del medio día. En ella anunció cambios en el gabinete, y el semblante de Claudia Ruiz Massieu nada tenía que ver con la imagen de diplomática carismática, desenvuelta y segura que habitualmente lucía.
La comunicación política envía mensajes envuelto de emociones y desvelan situaciones incluso sin emitir palabras. Por ello, a continuación analizaremos el lenguaje verbal y no verbal mostrado por la ex Canciller.
Durante el discurso del jefe del ejecutivo, se le pudo apreciar desde el primer momento con una postura rígida, los hombros en un ángulo de 90 grados respecto a su cabeza, lo anterior aunado a su cuerpo que en momentos se veía robotizado, denotaban una tensión contenida.
Mientras Peña desarrollaba su alocución enfocada al agradecimiento de las labores prestadas, los acercamientos a Ruiz Massieu desnudaban su seriedad e incomodidad, evadía la mirada constantemente, no únicamente del público sino del propio Presidente, intentaba mantener la vista fija pero no lo conseguía y terminaba observando el suelo para no sostener un contacto visual directo.
Sus labios permanecieron firmes intentando comunicar seriedad y tranquilidad, pero sus micro expresiones emitieron una sonrisa esbozada minúscula que desapareció en menos de un segundo, sugiriendo una falsa alegría.
Las imágenes en pantalla fueron suficientes para identificar una tristeza y desaprobación ante el anunció que se estaba emitiendo, reflejado también en los más de dos giros abruptos del cuello en la dirección opuesta al emisor del mensaje.
En una sala distinta y llegado el momento de dirigir las palabras de despedida a sus ex colaboradores en la Secretaría donde fungía como titular, Claudia inicio su mensaje con una clara diferenciación hacia los personajes.
Agradeció al Secretario de Gobernación llamándole “Miguel” como gesto de cercanía, acto seguido hizo un suspiro marcado antes de referirse a su sucesor como “Dr. Videgaray”.
Los jadeos constantes, el movimiento exagerado, la mirada clavada casi todo el tiempo en las hojas y la voz entrecortada y quebradiza, fueron ejemplos del nerviosismo y la emocionalidad que la invadían.
De nueva cuenta intentó sonreír en varias ocasiones, pero sus sonrisas no eran genuinas ya que sus ojos no transmitían felicidad, cerrando su comunicado con el pronóstico y buenos deseos para Luis Videgaray.
Justo al finalizar de emitir la frase “Por México, les deseo el mayor de los éxitos ¡Muchas Felicidades!” rompió el contacto visual que tenía con Videgaray Caso, muestra una exagerada sonrisa e inclinándose hacia atrás se dirige al lado opuesto buscando salir del lugar, sólo para instantes más tarde regresar para recibir el abrazo del nuevo Canciller.
Es probable que para muchos ciudadanos quedó claro que la Mtra. Claudia Ruiz Massieu no quería dejar el cargo al frente de Relaciones Exteriores a su vez que percataron la molestia y tristeza que ella proyectaba, empero este pequeño análisis nos permite reconocer de manera breve algunos gestos, movimientos, expresiones y detalles que se encuentran siempre presente en los seres humanos, incluyendo a los políticos más diestros y entrenados en el tema de comunicación.
El mensaje político debe de ir cargado de congruencia no sólo de palabra, si no del lenguaje corporal, concluyendo así que lo que menos deseaba Claudia Ruiz Massieu era renunciar.
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