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ISIS tenía que saber lo que en este momento está ocurriendo; eso al menos indicaría la lógica. Una a una de sus más importantes posesiones han ido cayendo, la última, esta semana: Jarabulus, poblado estratégico en la frontera sirio-turca. Es muy difícil pensar que los líderes de esta organización, y sus aliados militares, ex miembros de la élite de Saddam Hussein, no hubiesen calculado lo que significaba desafiar al mismo tiempo a dos gobiernos nacionales, a una cantidad de milicias y actores locales, a un número de potencias regionales entre las que se encuentra Arabia Saudita, Turquía e Irán, y a un número de potencias globales incluyendo a EU, a Rusia y a otras más como Francia o Bélgica. Y se puede acusar de lo que sea a ISIS, menos de tontos. A lo largo de los últimos años, esta organización ha demostrado mucho mayor nivel de inteligencia y capacidad de planeación de lo que muchos supusieron. Por consiguiente, del mismo modo como la conquista de una vastísima cantidad de territorio y la posterior fundación del califato o “Estado Islámico”, eran parte del plan, del mismo modo tendríamos que pensar que el colapso de ese califato estaba ya descontado desde hacía tiempo. Hay quienes han atribuido esta forma de conducirse a la visión apocalíptica de la organización. El Dabiq -el día del juicio, la última batalla entre cristianos y musulmanes-, llegaría más pronto en la medida en que se acelerara la lucha. Pero más allá de esa visión apocalíptica, podríamos intentar revisar esta situación desde una óptica mucho más estratégica y realista.
Es decir, al margen de concentrarnos en las posiciones que ha perdido esta organización en el último año, y contrastar al ISIS del 2016 con el ISIS del 2014, podríamos cambiar de perspectiva y más bien comparar al ISIS de antes, el de 2012 –cuando esa agrupación comienza a penetrar la guerra civil siria desde Irak- contra el ISIS de hoy, aún si perdiese todas sus conquistas. ¿Cuántos combatientes tenía en 2012 y cuántos combatientes tiene en estos momentos? ¿Qué cantidad de personas le manifestaban lealtad en aquél 2012, y cuánta gente hoy está dispuesta a matar y morir en su nombre? Más aún, ¿Qué organización era líder de la jihad en 2012, y qué organización es líder de la jihad en la actualidad?
Eso que hoy conocemos como ISIS, es un grupo que en su momento fue el componente mayor de Al Qaeda en Irak (AQI), cuyo liderazgo estableció una alianza con algunos exmilitares y exfuncionarios de tiempos de Saddam Hussein. Tras penetrar a territorio sirio, AQI, comandada por Bagdadi, sostuvo una disputa política con la filial de Al Qaeda en Siria, Jabhat Al Nusra, pues Bagdadi había decretado la fusión de ambas organizaciones y Nusra no lo aceptó. El líder supremo de Al Qaeda, Al Zawahiri (sucesor de Bin Laden), dio la razón a Jabhat Al Nusra en esa disputa, y ordenó a AQI regresar su territorio: Irak. Bagdadi decidió desconocer la autoridad del líder de Al Qaeda, y como resultado, sobrevino la ruptura. Es a partir de entonces que inicia la competencia entre ISIS y Al Qaeda por reclutas, por recursos y por el liderato de la jihad global. Esta confrontación se convierte también en enfrentamiento armado entre ISIS y Al Nusra.
Tras conquistar una importante cantidad de territorio en Siria, ISIS lanzó su ofensiva mayor en Irak, tomando ciudades tan importantes como Mosul y Tikrit (ciudad natal de Hussein), y fundó su califato, con la ciudad siria de Raqqa como capital. La conquista de cada posición por parte de ISIS, de cada ciudad, cada pozo petrolero o cada puesto fronterizo, tenía una razón de ser. Claramente, todo había sido planeado de manera muy minuciosa. De modo que probablemente, ese mismo plan incluía el tratar de sostener el califato hasta donde fuese posible, resistir a los ataques que seguramente iban a dejarse venir en cascada (sobre todo cuando ISIS empieza a asesinar periodistas y ciudadanos occidentales y despliega una enorme publicidad al respecto, además de cometer atentados contra distintas potencias), y posteriormente pasar a una siguiente fase.
En otros términos, podríamos suponer, solo como hipótesis, que la conquista de territorio y el establecimiento del califato eran en realidad un medio para alcanzar lo que ISIS ha alcanzado en estos dos años, para después regresar a ser el tipo de organización que eran antes del 2011: una organización jihadista sin una ubicación materialmente expuesta que utiliza el mismo tipo de tácticas terroristas que usó siempre (solo revise la cantidad atentados perpetrados por esta misma agrupación en Irak entre 2004 y 2011). Solo que ahora, con una relevancia mucho mayor, con una red global funcionando, con un mucho más importante número de seguidores de forma que aún sin posesiones territoriales, esos atentados pueden ocurrir cuando sea y prácticamente donde sea. ISIS como idea, se apropia de la jihad, y permea el planeta entero. Todo lo que necesita es mantener vigente esa idea.
La fase en la que nos encontramos, entonces, consiste en el martirio, en la continuada comisión de atentados a manos de su matriz, operando cada vez con menos posesiones territoriales en Siria e Irak, o bien a manos de sus filiales (como en Egipto, en Libia, en Yemen o en Afganistán), a manos de sus células (como las europeas), o a manos de seguidores actuando en solitario o en pareja (como en Orlando o San Bernardino), atentados no siempre sofisticados pero sí con una gran maquinaria propagandística que los incluye dentro de una misma lógica narrativa.
Ahora bien, la clave del éxito y capacidad de atracción que ISIS tuvo los últimos dos años radicó en dos factores esenciales combinados: (a) La conquista de territorio aportó una materialidad a la idea de la jihad que nunca se había visto en tiempos modernos. Se había fundado un “estado” con un califa, con un cuerpo administrativo, con una economía y una moneda propia acuñada en apego estricto a la ley coránica, y (b) Su magistral uso de las nuevas herramientas tecnológicas para comunicar su mensaje, comunicar sus hazañas, para dominar la conversación. Esto incluyó publicaciones en línea, videos, imágenes, infografías, manuales, y sobre todo el conocimiento de cómo y cuándo publicitar sus actos y logros.
Sin embargo, en esa misma clave de su éxito, podría, quizás, radicar su talón de Aquiles. El mensaje contenido en el nombre “Estado Islámico” pierde la materialidad que tenía. El territorio de dicho “estado” (que nunca lo fue), es cada vez menor y va a terminar por desparecer. Ya no habrá cuerpo administrativo. Ya no habrá una moneda circulando. El Califa, será solo califa en el nombre. Y, por lo tanto, el poder material de atracción que tan bien había funcionado, habrá finalmente disminuido. El problema es que, para convertir a esa contranarrativa en un arma contra ISIS, hay que saber cómo penetrar el mundo de la comunicación que hoy esa organización domina, y pelear contra ella ahora en ese otro territorio, el territorio no material que tan rápidamente conquistó.
Twitter: @maurimm