Estados Unidos no negocia con grupos terroristas. Excepto cuando sí. La semana pasada, los portales de noticias reportaban que el Frente Al Nusra, la filial de Al Qaeda en Siria, había “aceptado” replegarse de cierto territorio en ese país. “A cambio de ello”, indicaban los medios, “Estados Unidos accedía a detener los bombardeos en su contra”. Pocos días después, la nota era que varios combatientes entrenados por Estados Unidos y que habían sido secuestrados por el Frente Al Nusra, repentinamente eran liberados. Es decir, todo parece indicar que nos encontramos ante un acomodo, un escenario en el que la máxima potencia, a través de terceros actores, mantuvo en los últimos días alguna clase de negociación con la filial de Al Qaeda en Siria. El objetivo: facilitar el combate a ISIS y quizás en última instancia, también en contra de Assad. Este evento tiene al menos dos aristas relevantes. La primera tiene que ver con la propia Siria y la evolución de la guerra civil en ese país, y en concreto la lucha contra el “Estado Islámico” o ISIS. La segunda, más profunda, es la lección que aporta este evento en cuanto al pragmatismo en las negociaciones cuando los actores perciben que sus intereses se benefician de ello, incluso cuando hay grupos terroristas o actores no-estatales violentos involucrados.

La guerra civil ha convertido a Siria en un verdadero rompecabezas en el que sobresalen cuatro importantes sectores: (1) Parte del territorio está en manos del gobierno y sus milicias aliadas, (2) Otra parte está en manos de un grupo de milicias rebeldes, las cuales apenas desde hace unos meses se encuentran coaligadas. De esas milicias rebeldes resaltan los grupos islámicos locales, y el Frente Al Nusra, milicia afiliada a Al Qaeda, (3) Al norte del país, los grupos kurdos siguen manteniendo importantes posiciones, y (4) De todos los combatientes, quien hoy sigue controlando la mayor cantidad de territorio es ISIS o “Estado Islámico”. Esto, a pesar de los bombardeos en su contra por parte de la coalición liderada por Washington.

La estrategia de Estados Unidos incluía, desde hace un año, entrenar a unos cuantos miles de rebeldes no pertenecientes a grupos islámicos, para que éstos combatieran por tierra contra ISIS, contra Assad y contra milicias hostiles como el Frente Al Nusra, todo a la vez, algo que por ahora ha resultado imposible de lograr. Sin embargo, en fechas más recientes, Washington logró involucrar a Turquía en toda esta estrategia. Ankara accedió a colaborar con la Casa Blanca, pero no lo hizo sin condiciones. Parte de sus exigencias han incluido el que se le permita atacar a militantes kurdos y asegurar que ese grupo no salga fortalecido como resultado de esta guerra civil. Pero otra parte sustancial del plan de Turquía incluye garantizar la caída de Assad y, con ello, golpear el círculo de influencia iraní.

Para tal efecto, Washington y Ankara han decidido establecer una franja dentro de territorio sirio que pueda convertirse en una zona “libre de ISIS”, y aunque no lo expresan con claridad, se trataría también de una “zona libre de Assad”. Esto se conseguiría a través del apoyo aéreo de Turquía, EU y sus aliados, operando de manera coordinada con grupos rebeldes de “élite” entrenados por Washington.

Todo sonaba muy bien, hasta que a las primeras de cambio, varias decenas de dichos combatientes “élite” fueron secuestrados por el Frente Al Nusra, la mencionada filial siria de Al Qaeda. La conclusión era clara: la única forma para que la estrategia de Washington y Ankara tuviese éxito, incluía también conseguir que Al Nusra se replegara de la buscada zona de control. El problema es que esta milicia es sin duda la más poderosa después de ISIS. Pretender que los combatientes entrenados por EU simplemente llegasen y replegasen a esa filial de Al Qaeda, era absolutamente ilusorio. Esas consideraciones, quizás, son las que pudieron haber llevado a los estrategas de Washington a autorizar las negociaciones con dicha milicia. En palabras simples, se trata de concentrar por ahora los esfuerzos de Washington en el enemigo más fuerte: ISIS, y mientras tanto, mantener una especie de “paz armada” con otros enemigos o milicias hostiles.

Esta serie de hechos nos muestra cómo al margen de toda ideología o pensamiento tradicional que indicaría que Estados Unidos no negocia con grupos terroristas como Al Qaeda o sus filiales, de pronto pueden darse una serie de condiciones que flexibilizan esa postura, incluso en la máxima superpotencia en el planeta. Estas son algunas de esas condiciones: (a) Washington, sus aliados y Al Nusra, a pesar de todas sus diferencias, tienen por ahora no uno, sino dos enemigos comunes: ISIS y Assad, (b) Al Nusra parece dispuesta a ceder territorio a los aliados de Washington a cambio de que los esfuerzos de Ankara y EU se concentren en esos dos enemigos comunes, siempre y cuando a la filial de Al Qaeda se le garantice el que no será bombardeada, (c) Además, Nusra gana también porque el “acuerdo” le permite concentrar sus recursos en otras posiciones y reforzar su control sobre ellas sin estar amenazado.

El mecanismo preciso de cómo ocurren estas negociaciones, obviamente, no se publicita. Evidentemente no se trata de “conversaciones” abiertas o directas. Probablemente Turquía intervino a través de sus vínculos con ciertas milicias islámicas que Ankara ha venido financiando y armando, las cuales sí tienen buenos contactos y relaciones con el Frente Nusra. No obstante, la cuestión de cómo se pusieron de acuerdo no resulta lo más relevante. Lo importante es la disposición exhibida para encontrar intereses comunes, incluso con actores no-estatales violentos, en aras de alcanzar metas que son percibidas como prioritarias.

Por supuesto que el hacerlo tiene costos. Hoy Washington tiene a ISIS en la mira. El día de mañana, antes de cantar la paz para Siria, habrá que lidiar con todas las otras milicias - Frente Al Nusra incluido- que en estos momentos están teniendo que ser empoderadas. Aún así, lo que podemos ver es que los estrategas en Washington han preferido poner ciertos principios entre paréntesis en aras de conseguir que su plan funcione. Seguramente para muchos, el negociar con una filial de Al Qaeda puede resultar un escándalo, Sin embargo, al margen de su respetable opinión al respecto, al menos partamos de que negociaciones como estas sí existen, y ocurren de manera mucho más frecuente de lo que se piensa.

Analista internacional.  

@maurimm

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