A pesar de que en los últimos años las cuestiones de seguridad internacional se han concentrado en las “pequeñas guerras”, los conflictos internos y las guerras civiles, una tercera guerra mundial no es algo imposible de suceder, nos explican Singer y Cole en un artículo para The Telegraph. En la visión de los autores, las circunstancias en sitios como Europa, el Pacífico o Siria, se han acomodado de manera tal, que las naciones más poderosas peligrosamente se están rozando los talones. Si algún incidente se saliera de control, o algún país invocara sus alianzas o pactos de defensa conjunta, se podría producir un escenario de confrontación directa entre los principales poderes militares del planeta. Pero si eso se llegase a suscitar, siguen los autores, sería una guerra muy diferente a las guerras que conocemos. Además de la lucha por el control de los aires y los mares, como se ha visto en guerras del pasado, los poderes combatirán por el control de otro espacio, el virtual. De hecho, podríamos decir que esa otra guerra, la ciberguerra, es algo que ha iniciado ya tiempo atrás. En ella, no solo los actores estatales pelean entre sí. De manera creciente, actores no-estatales buscan penetrar ese otro terreno de lucha.

El problema principal radica en la dependencia en infraestructura tecnológica que todas las naciones han venido desarrollando en los últimos tiempos. La economía, las transacciones financieras, comerciales, la información, la comunicación, y una gran cantidad de actividades humanas, descansan en el buen y ágil funcionamiento de la red y de los sistemas cibernéticos. Esa dependencia se traduce en una enorme vulnerabilidad: quien quiera ejercer daños a veces incuantificables e irreparables, solo tiene que encontrar la manera de penetrar o golpear esos sistemas, ya sea de manera física o de manera virtual. El NYT acaba de publicar un texto sobre la enorme preocupación que existe en Washington y Europa debido a que un número de buques espías y submarinos rusos operan cada vez más en las cercanías de los cables que llevan 95% de la comunicación que hoy circula a través de Internet, además de operaciones económicas por un valor aproximado de 10 billones de dólares diarios. Hay quienes sospechan que esos submarinos podrían atacar dichos cables de manera encubierta generando con ello daños muy difíciles de revertir.

Hace pocos años, una firma de seguridad cibernética llamada Mandiant, detallaba las potenciales ligas del ejército chino con un 90% de ciberataques efectuados en contra de diversas empresas e instituciones estadounidenses que van desde la Coca Cola hasta Lockheed Martin. Entre las organizaciones víctimas de ataques que no se han detenido, hay compañías dedicadas a tecnología, satélites o comunicaciones, así como armamento, plantas químicas, hospitales o universidades. No se trata exclusivamente de robo de información o espionaje, sino de la capacidad de manipular e intervenir en el manejo de infraestructura crítica dentro de Estados Unidos. Cuando la Casa Blanca finalmente acusó a China de manera formal por estos ataques, Xi Jinping se defendió argumentando que en realidad China era la víctima de una desmedida ciberguerra, situación que posteriormente Snowden confirmaría.

Esos episodios han ido revelando: (1) el nivel en el que se encuentra este tipo de confrontaciones en la actualidad, (2) que en la anarquía del espacio virtual todos parecen estar peleando contra todos, en la medida de sus capacidades y posibilidades, (3) que los actores enfrentados marchan a toda velocidad para desarrollar capacidades de ataque y capacidades de defensa, y (4) que sin embargo, por ahora las grandes potencias parecen haber sido mucho más diestras en el desarrollo de herramientas para atacar. Una y otra vez, diferentes gobiernos han tenido que reconocer que no están lo suficientemente preparadas para defenderse de las agresiones virtuales y que “están trabajando en ello”. En un caso grave para Washington, apenas en junio se reveló que, sin haber sido detectados por más de un año, hackers chinos ejecutaron un sofisticado ataque que les otorgó “privilegios de administrador” en los sistemas de la Oficina de Dirección del Personal del gobierno estadounidense, lo que permitía a dichos hackers extraer toda clase de información de funcionarios públicos de ese país.

Esto nos lleva a una vulnerabilidad adicional. Hasta hace poco, la ciberguerra se ubicaba esencialmente en el campo de la lucha entre los estados, sobre todo desde el punto de vista de la posibilidad de ejercer daños masivos contra el enemigo. Esto podría estar cambiando. El ciberterrorismo no es otra cosa que una subcategoría del terrorismo; es simplemente el empleo de herramientas distintas para conseguir los mismos fines: la provocación de un estado de shock o terror colectivo con el objeto de transmitir mensajes o reivindicaciones políticas utilizando a ese terror como canal, para así, inducir afectaciones a opiniones, conductas y/o toma de decisiones en determinado sector de una sociedad. De acuerdo con un reportaje de CNN, la División de Hackeo de ISIS o “Estado Islámico”, está buscando comprar la tecnología para penetrar los sistemas de las compañías energéticas estadounidenses más importantes, además de desarrollar la capacidad para robar información de personal de seguridad de ese país. En realidad, el ciberterrorismo entra en acción no en el momento en que se roba esa información o se penetra un sistema para espiarlo o alterarlo, sino en el momento en que esa información o manipulación de infraestructura tecnológica es empleada para provocar un estado de conmoción o terror en la sociedad o una parte de ella. La cuestión es que, dadas las vulnerabilidades que los estados han exhibido en materia de ciberseguridad, hoy, una situación como la que describo se vuelve altamente factible.

Así que no estamos hablando de las guerras del futuro sino del presente. La transferencia de situaciones de conflicto hacia ese otro reino, el virtual, con el objetivo de detectar los puntos débiles del enemigo, e infligir la mayor cantidad de daño posible, es algo que ya está ocurriendo y, por tanto, así como se está desarrollando toda clase de conocimiento para impulsar y ganar la ciberguerra, irá siendo hora de pensar en estrategias alternativas para la resolución de conflictos en esa otra esfera de enfrentamiento.

Analista internacional

Twitter: @maurimm

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