A mis amigos lectores un mejor 2017

Si los dos primeros años del gobierno de Peña Nieto fueron los del “Momento mexicano”, y los dos siguientes los de la Desventura, ¿qué espera México en 2017? ¿Qué asuntos definirán los dos últimos años de la gestión presidencial?

Para empezar, en enero la llegada al poder de Trump y las nuevas reglas de la relación de México con Estados Unidos pondrán a prueba la capacidad, firmeza, inteligencia y sentido patriota del gobierno. Subsistirá la falta de credibilidad y confianza en la administración federal, las raterías en algunos gobiernos estatales, la incomodidad de las Fuerzas Armadas por las órdenes de su comandante supremo, la violencia, la inseguridad y la depresión nacional para la que no existe Prozac social que cure. Seguirá la imagen deteriorada del país en el mundo.

Los trastornos de la economía, como lo ha planteado un experto (M. González, Reforma): desaceleración económica con crecimiento del PIB menor al 2 por ciento, la peor subida de tasas de interés de los últimos tres años, impulsada por la decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos de incrementarlas y el deterioro incesante del tipo de cambio del peso frente al dólar. El Presupuesto de la Federación aprobado por los diputados quedó por abajo de las tasas de interés, del tipo de cambio. Significa menor recaudación de impuestos y mayor gasto gubernamental por el costo mayor de la deuda gubernamental, dado que el gobierno entró en déficit de divisas en sus operaciones: utiliza más moneda extranjera de la que genera.

En 2017 se conmemorará el centenario de la Constitución de Querétaro, con la pregunta a debate: ¿seguirá el país bajo un texto constitucional parchado y poco funcional?, ¿seguirá la veneración del ritual laico de la Constitución?, ¿o iniciaremos la ruta hacia un moderno instrumento constitucional que regule al Estado y a la sociedad? Viejas preguntas como la Constitución misma, que ha perdido legitimidad por el abuso en reformarla y acomodarla a los caprichos políticos.

Es necesario dejar atrás el siglo XX y algunos de sus legados, como la corrupción y el PRI. Si efectivamente se trata de instaurar un partido moderno, el PRI tendría la oportunidad reivindicatoria, si se decide, de tomar la iniciativa para impulsar la nueva Constitución general. No le vendría nada mal al país encontrar respuestas a tantas interrogantes constitucionales. Los demás partidos podrían acompañarlo, en un auténtico pacto, en un acuerdo social, para revisar el texto fundamental, como en el que ahora se han unido en España el PP y el PSOE.

2017 será el primer año de la Constitución de la CDMX, cuyo resultado final (el texto promulgado) será mejor que todo lo malo que se le atribuye. Me uno a Juan Villoro sobre el tema: “el primer requisito del cambio consiste en imaginarlo”, cambio que impulsa el liderazgo de Muñoz Ledo.

Habrá elecciones en el Estado de México, no sólo el estado del Presidente, sino el Estado más importante del país y paradójicamente el ejemplo más claro de todos los padecimientos sociales. La pérdida del PRI en Toluca significaría su (casi) derrota en 2018. Veremos si el ánimo de los opositores del PRI es de tal tamaño que estarían dispuestos a unir fuerzas (PAN y PRD), y presentar un candidato de coalición. Me parece que solos no ganarían.

En 2017 aparecerán los candidatos presidenciales. Veremos por quien resuelven los partidos y los métodos para hacerlo. Se verá una guerra, como sucedió hace doce años, contra López Obrador, estrategia que le hará mayor daño al que la instrumenta que a quien, como el candidato de Morena, la pudo sortear en su momento y casi gana. Lo que debe esperarse es que independientemente del signo partidista, el próximo presidente sea el mejor dotado para gobernar.

Los signos son ominosos. México merece mucho más de lo que le pudo brindar su clase política en 2016. 2017 está a la vista con el reto que traerá consigo.

Investigador nacional (SNI).
Dr@MarioMelgarA

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