Algo cambió en México el pasado domingo y debo confesar que no lo noté la noche de la elección. El resultado parecía como cualquier otro, incluso sorprendente. ¿Cómo era posible que en medio de la crisis política que muchos vemos desde hace meses, el partido del gobierno saliera sin un raspón y probablemente hasta con la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados gracias a los votos de sus aliados? Era como si nada hubiera pasado en este tiempo.
No obstante una mirada más fina muestra que no es así y que hay muchos detalles que vale la pena analizar. Por ejemplo, el PRI tuvo en esta elección un porcentaje menor que en las elecciones intermedias pasadas y que en la elección de 2012. En números redondos, perdió casi 7 puntos, mientras que su aliado, el Partido Verde, sólo tuvo un crecimiento de 0.38 por ciento con toda su campaña. Si en 2009 tuvo 6.7 por ciento, ahora fue 7.08.
Pero hay más. Parece que el votante mexicano comienza a probar opciones distintas a los partidos tradicionales. Si en 2009 PRI, PAN y PRD juntos representaron 76.86 por ciento de los votos, en esta ocasión sólo tuvieron 60.7 por ciento según datos del PREP. En esta ocasión casi 40 por ciento probó otra opción, en especial a Morena (8.38), al Verde (7.08) y al Movimiento Ciudadano (5.99).
¿Quieren los electores probar a otras fuerzas? Hay indicios de que así es. Por primera vez en México habrá un gobernador (Nuevo León), un alcalde (Morelia), un diputado federal (Sinaloa) y un diputado local (Jalisco), que no llegaron de la mano de un partido político. Habrá quien señale, y con razón, que algunos de esos aspirantes fueron militantes partidistas incluso en fechas cercanas a la elección, es cierto. Pero lo que el domingo quedó demostrado es que a pesar de jugar en clara desventaja frente a los candidatos de partido, la ruta independiente permite competir y ganar. El mensaje para los ciudadanos es importante, pero también para los políticos, pues ya hay evidencia de que la disciplina electoral no es la única opción para seguir una carrera. ¿Cómo pesará esto en las próximas elecciones y en los procesos internos de selección?
Por si fuera poco, el pasado domingo los electores llevaron a un partido “chico” como Movimiento Ciudadano a gobernar Guadalajara y parte de su zona metropolitana (Tlaquepaque y Zapopan), al mismo tiempo que llevaron a Cuauhtémoc Blanco a la alcaldía de Cuernavaca. Más allá de las capacidades de cada aspirante y del desempeño que tendrán, el mensaje a los partidos tradicionales es muy poderoso: si los electores quieren, los pueden hacer a un lado.
Prueba de ello es que en cinco de las nueve gubernaturas, los votantes sacaron del poder a los partidos en el gobierno para llevar a la oposición. Es decir, que al final los escándalos de corrupción en entidades como Sonora o Nuevo León, sí pasaron factura. Fenómeno similar al que ocurrió en la capital del país, en donde el PRD pasó de tener 14 jefaturas delegacionales a tan solo seis.
En otras palabras, aunque a veces parece que en México todo pasa y todo queda igual, hay suficientes elementos para afirmar que hay movimientos importantes en el sistema político. Con una anotación final. Esta elección debe ser la última que tenga como centro del debate a la idea del voto nulo como instrumento de transformación. Se habló del tema como nunca y al final fue menor a lo anulado en 2009 y en 2012. En contraste, la votación por independientes o por partidos distintos a los gobernantes resultó claramente más atractiva para los ciudadanos inconformes.
Habrá que tomar nota de ese hecho rumbo a las próximas elecciones.
Politólogo y periodista.
@MarioCampos
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