La noticia corrió inmediatamente. Giovanni Sartori, uno de los más importantes politólogos desde la postguerra, murió en su casa de Nueva York. Además de su familia y amigos, le sobreviven casi cuarenta libros, centenas de artículos y decenas de reconocimientos internacionales. La obra del pensador florentino ha sido traducida a muchos idiomas, lo que ha permitido que sus ideas sobre política, democracia, partidos y ciencia se extiendan globalmente.

Conocí a Sartori en 1994, invitado a México por el Trife y el IFE, cuando se tradujo al español su obra ¿Qué es la Democracia?. Pensábamos en ese texto como el clímax de una ruta de investigación iniciada en los sesenta para definir la democracia y —más importante— generar una teoría sobre la misma.

Aquí, una de sus grandes contribuciones. El científico reconoce que una teoría de la democracia debe ser, a la vez, descriptiva y prescriptiva. En su teoría sobre la democracia, discute con otros pensadores inmortales para concluir que los distintos modelos no son sino visiones parciales. Clarifica temas de discusión asociados a las democracias electoral o participativa, para arribar a una potente teoría del Estado democrático liberal.

La contundencia de la teoría de la democracia no debe eclipsar el aporte de Sartori a otras ramas del conocimiento. Así, por ejemplo, el intelectual italiano rompió aquella tradición según la cual los sistemas de partidos se clasificaban en función del número de participantes. En su lugar, sugirió revisar el grado de competitividad política. Esto le permitió acuñar categorías de bipartidismo o multipartidismo más reales y más útiles para el análisis comparado.

Nuestro país fue uno de los que más aprendió de sí mismo con la distinción hecha por Sartori. Ubicó al PRI, previo a la alternancia, dentro de la categoría de “hegemónico-pragmático”, y con ello logró diferenciar el caso mexicano de otros sistemas de partido no competitivos.

Siendo de tal trascendencia universal la obra de Giovanni Sartori, me siento orgullosa de que el país le haya otorgado el doctorado honoris causa (UNAM) y más recientemente la condecoración Águila Azteca por sus contribuciones a la humanidad. Nuestra transición democrática estuvo permeada por el pensamiento liberal del florentino, por lo que es cuando menos justo reconocer la valía intelectual de su obra.

Pero la inmortalidad de la obra de Sartori es más clara con su aporte a las discusiones del futuro. Desde ya, tiene un lugar asegurado en debates que se mantienen vigentes en la realidad política mexicana.

En primer término, valdría la pena mencionar su insistencia por elevar la calidad parlamentaria, para lo cual impulsó siempre la reelección, como instrumento mediante el cual los ciudadanos premian a aquellos representantes con un desempeño ejemplar. En la antesala de las primeras puestas en operación de estos dispositivos, habrá que recurrir a los textos de Sartori.

En segundo lugar, el autor se torna indispensable en la ruta hacia la igualdad que ha seguido el país. Tras distinguir las igualdades de oportunidades y de acceso, Sartori reconoce la necesidad de medidas compensatorias que permitan alcanzar “igualdad en el resultado”. No obstante, señala efectos indeseados de las políticas que puede ser necesario considerar.

Finalmente, Sartori es reconocido por su crítica en torno al multiculturalismo europeo y la oposición de ese concepto al de pluralismo liberal.

Es claro que, en tanto haya democracias inacabadas en el mundo, el pensamiento de Giovanni Sartori seguirá aportando conocimiento nuevo. Es ahí donde la genialidad de las y los grandes pensadores, hacen inmortales sus ideas. Hasta siempre, Maestro Giovanni Sartori!

Ex magistrada del TEPJF

@MC_alanis

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