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Tal vez ya ni nos queremos acordar. Pero allá por 2013, cuando la economía mundial iba bien, se nos decía que todo iba a ser crecimiento y abundancia con las reformas. En ese año nos aumentaron los impuestos. Se nos explicó que con esos recursos se harían grandes inversiones en infraestructura que, sumadas a las reformas, traerían una nueva era de progreso para México. En realidad, se logró lo contrario: con la reforma fiscal se paró en seco a la economía, pues frenó la inversión y el crecimiento. Sacaron dinero de la gente con esa reforma y aumentaron el presupuesto, también con déficit público. Todo ello acompañado de una ineficacia enorme en el gasto público.
Hoy en 2015, la economía mundial marcha mal y nos explican que lo que pasa en Grecia nos afecta, y la política monetaria de China también, y las decisiones de la Reserva Federal ni se diga. Lejos quedaron las promesas de las reformas. Ahora nos dicen que habrá que “apretarse el cinturón”. Pero la pregunta que nos hacemos los ciudadanos es ¿el cinturón de quién?
En realidad, el primero que tiene que apretarse el cinturón es el gobierno. Y tiene que hacerlo bien, y en serio. Se nos prometió un Presupuesto Base Cero para hacer el gasto más eficiente, pero en realidad se hizo un recorte por falta de dinero, no por un análisis a fondo del gasto del gobierno.
Claro, la palabra de moda ahora es “austeridad”. Se habla de que el gobierno presentó al Congreso un presupuesto para 2016 que es “austero”. Pero hay datos que ponen en duda esas afirmaciones. Por ejemplo, de acuerdo con un análisis de México Evalúa, el recorte afecta mucho más al gasto de inversión (que baja 20 por ciento respecto a 2015) que al gasto corriente (que baja poco más de 1 por ciento). Esto significa, por ejemplo, que se le quita más dinero a las obras públicas, como carreteras u hospitales, que a los salarios y prestaciones del gobierno. Si baja la inversión privada (por los impuestos y la incertidumbre) y baja la inversión pública (por el recorte), se afecta al crecimiento económico y todos sufrimos las consecuencias. ¿Será esto una buena política fiscal?
El gobierno tiene de dónde cortar sin afectar el crecimiento. Hay muchos gastos que deben reducirse o desaparecer. Por ejemplo, el enorme presupuesto de publicidad del gobierno no tiene justificación. De acuerdo con datos de la SFP, en 2014 el gobierno federal gastó en publicidad casi 7 mil millones de pesos. Con ese dinero, por ejemplo, se podrían construir 7 nuevos hospitales generales de zona del IMSS. ¿Qué preferiría la gente?
El Congreso también aumenta el presupuesto. Y los partidos políticos nacionales han pedido para este año, que ni siquiera es electoral, cerca de 4 mil millones de pesos. (El PAN anunció su desacuerdo al respecto la semana pasada). Eso sí, al gasto en salud se le quitaron 5 mil millones de pesos. Si estuviera en sus manos ¿usted dónde recortaría primero: en salud o a los partidos?
Claramente, no podemos seguir teniendo partidos políticos ricos, y escuelas y hospitales pobres. Los mexicanos ya no queremos ver que se hacen grandes negocios con el dinero que debería irse para la educación de nuestros niños y niñas, el cuidado de nuestros ancianos, o la alimentación de los más necesitados.
La Cámara de Diputados tiene la facultad exclusiva para aprobar el presupuesto 2016. Hay que exigirles que sea un presupuesto sensato y transparente. Y que empiecen por ellos mismos, pues son nuestros representantes. Somos nosotros, los ciudadanos, los que tenemos que vigilar que el gobierno gaste bien nuestro dinero; que cuide nuestra economía. Que rinda cuentas claras y que ya no pongan como excusa lo que pasa en Grecia o en China para seguir dando malos resultados.
Abogada