En el mes de julio celebramos en nuestro país el Día del Abogado, ocasión más que propicia para rendir homenaje a un hombre cuya vida es auténtica expresión de los más altos valores de la abogacía, el maestro Fausto Rico Álvarez. Hombre excepcional en muchos sentidos, que con profunda sabiduría ha sabido conjugar talentos y virtudes en una pródiga existencia. Este año en particular, en que el maestro Rico, tras 50 años de ejercicio notarial ininterrumpido y 50 como profesor en la Escuela Libre de Derecho, ha tomado la decisión de retirarse.

¿Quién en el medio no conoce al maestro Rico? ¿Quién no ha escuchado del rigor de sus clases cuando era de aplicar la muerte civil a sus alumnos, o de las arduas sesiones de los sábados en la Notaría 6 del Distrito Federal? ¿Cuántas anécdotas, cuántos momentos no evoca la memoria de quienes hemos tenido el privilegio de conocerle?

Es don Fausto Rico toda una institución entre los notarios, lo mismo que en el foro, jurista ampliamente reconocido y maestro de muchos, y no se diga en la academia, en donde deja profundas enseñanzas, no solo el privilegio de sus magistrales cátedras de Derecho Civil impartidas con profundidad sin par, también una enseñanza de vida, ejemplo de excelencia, férrea disciplina, trabajo arduo, incesante y reflexivo estudio y, por sobre todo, de apego a los valores que con entera convicción le rigen, a la fe que profesa, a sus ideales.

Hombre de aguda inteligencia, íntegro, amable, de sobrio sentido de la vida y humildad natural siempre en el trance angustioso de desdeñar honores y homenajes, cuya obra trasciende cual monumental edificación, en decenas de generaciones de jóvenes que en la Escuela Libre de Derecho —su alma máter—, la Universidad Panamericana, la Universidad La Salle y en muchas otras instituciones, pasaron por las aulas en las que impartió cátedra y a quienes en su notaría se forjaron como sólidos abogados y hoy también son destacados notarios siguiendo fielmente sus enseñanzas en todos los órdenes.

Tras su aparente rigidez, necesaria en quien de manera natural se ha impuesto la tarea de formar —en el más extenso sentido de la palabra—, quienes hemos tenido en suerte tratarle y gozar de su amistad descubrimos que no es sino la expresión de la reciedumbre de su espíritu y la profundidad de su pensamiento.

Entre muchas otras virtudes, le distingue una gran generosidad, que guiada por su buen criterio y sentido de lo práctico que imprime a toda empresa que se impone, ha encaminado encomiables esfuerzos en el apoyo a la formación de jóvenes carentes de recursos para solventar sus estudios, que gracias a esta callada labor han recibido la preciada oportunidad de labrarse un futuro mejor. Obra en la que solidarios y fieles a su ejemplo, distinguidos discípulos le acompañan y hoy se encauza a través de la fundación que lleva su nombre.

Su vida es de aquellas que no se alcanzan a compilar en una ficha biográfica; es testimonio de quien con convicción y compromiso se ha entregado en sabio silencio a la formación de hombres y mujeres, de esos por los que hoy clama la sociedad, hombres y mujeres a los que conocerle, parafraseando las palabras de uno de sus apreciados pupilos, ha determinado el rumbo de sus vidas.

De ello da cuenta un libro que conmemorara sus entonces 40 años como notario, en el que se recoge sincera expresión de la huella que dejó impresa el cruce de caminos con el maestro y de la gratitud que le profesan apenas unos cuantos de los muchos alumnos, colaboradores, colegas del gremio de los notarios y amigos, que en compañía de su familia se unieron en ese merecido homenaje a don Fausto Rico Álvarez.

Corto resulta este espacio para describir la labor del hombre, del jurista, del maestro, del filántropo, que tantas vidas ha tocado, sirvan estas líneas como personal testimonio de mi profunda admiración y respeto.

Ministra de la SCJN.

@margaritablunar

mbluna@mail.scjn.gob.mx

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